A finales de junio de 1917 Wilfred Owen entraba en el impresionante recinto de Craiglockhart, el antiguo balneario cercano a Edimburgo convertido en centro para tratamiento de oficiales afectados por “shell shock”.
Wilfred fue asignado a un doctor diferente del de Sassoon, el Dr. Brock. El 27 de junio Wilfred y el Dr. Brock hablaron por primera vez. Brock consideraba que un organismo solo podía funcionar y ser entendido en base a su relación con su entorno. Para él la neurastenia era una disociación de organismo y entorno. Las pesadillas eran expresiones de fracaso y culpa. El camino a la cura se abría a través de aprender a respetarse a sí mismo y de trabajar para reconectar con el entorno, por ejemplo trabajando la tierra o estudiando biología o literatura. En su despacho Brock tenía un grabado de una escultura clásica, la lucha de Hércules y Anteo. Anteo era invencible mientras tuviera los pies en la tierra, estando así en contacto con su madre Gea. Hércules descubrió el secreto y lo levantó del suelo, pudiendo así matarlo. De la misma manera, Brock pensaba que si el neurasténico no reconectaba con el entorno, la maquinaria de guerra lo mataría.
Y precisamente una de las primeras tareas que Brock le asignó a Wilfred, sabiendo que escribía poesía, fue escribir un poema sobre este mito. Wilfred escribió un largo poema narrativo de rima libre, The Wrestlers. Pero hay algo más que rima libre en este poema:
As pythons shudder, bridling-in their spite,
So trembled that Antaeus with held strength,
While Heracles, – the thews and cordage of his thighs
Straitened and strained beyond the utmost stretch
From quivering heel to haunch like sweating hawsers –
But only staggered backward.
Owen empezó con estos versos a utilizar una técnica completamente nueva, la pararrima. A caballo entre la rima consonante y la asonante, la pararrima concuerda palabras pero por sus consonantes, variando las vocales, y puede estar al final del verso o en cualquier otra parte. Así en los versos anteriores, Owen hace pararrimas como thews y thighs o straitened y strained. Esto no solo da más libertad creativa y permite un poema más natural, sino que además refuerza las imágenes que el poeta quiere evocar y proporciona un ritmo único y mucho más vivo al texto.
Entre las múltiples actividades en Craiglockhart, a Wilfred se le encargó la edición de The Hydra, la revista del hospital. Estaba haciendo grandes progresos e iba a comenzar el mejor año de su vida. Aún no había encontrado la temática de su poesía, pero estaba a punto de hacerlo. Y ese momento llegaría con su encuentro literario definitivo, conocer en Craiglockhart a Siegfried Sassoon.
Como contamos en los artículos sobre Sassoon, el encuentro un 18 de agosto de 1917 no podía haber sido más dispar. Sassoon estaba sentado en su cama con un batín y limpiando sus palos de golf. Owen enseguida notó que era de clase alta. El snob de Sassoon no dudó en detectar en su interlocutor su “origen provinciano”. A pesar de las diferencias encontraron su punto de entendimiento en la poesía y de hecho Siegfried con su ayuda inició el final de la recuperación de Wilfred. Owen le proporcionó todos los poemas y borradores que tenía, pidiendo incluso a su madre que enviara papeles que tenía en casa. Sassoon de entrada descartó por completo las poesías hechas con sus primos, “flatulentas y sin enmienda”. Sassoon transmitió a Owen la lección aprendida de Edward Marsh: la poesía tenía que tener ideas definidas. La segunda lección fue que incluso una experiencia horrible de la guerra podía ser material poético, y podía ser hermoso a pesar de todo por la autenticidad de la experiencia.
La poesía no fue el único punto de entendimiento entre ambos escritores. Ambos eran homosexuales y por referencias veladas en cartas (recordemos que la homosexualidad era delito en el Reino Unido entonces), está claro que hablaron del tema. Sassoon sin duda compartió con Owen las ideas de Carpenter que él había asumido, y Owen debió sentirse aliviado viendo en lo expuesto por Carpenter un modelo ideal de él: un hombre sensible y artístico, compasivo.
Esta cooperación entre ambos poetas dio fantásticos frutos. Gracias a esto en septiembre vio la luz uno de los poemas emblemáticos de Wilfred Owen: Anthem for Doomed Youth.
What passing-bells for these who die as cattle?
— Only the monstrous anger of the guns.
Only the stuttering rifles’ rapid rattle
Can patter out their hasty orisons.
No mockeries now for them; no prayers nor bells;
Nor any voice of mourning save the choirs,—
The shrill, demented choirs of wailing shells;
And bugles calling for them from sad shires.
What candles may be held to speed them all?
Not in the hands of boys, but in their eyes
Shall shine the holy glimmers of goodbyes.
The pallor of girls’ brows shall be their pall;
Their flowers the tenderness of patient minds,
And each slow dusk a drawing-down of blinds.
Ambos poetas siguieron hablando en septiembre y octubre y estas conversaciones cambiaron para siempre la poesía de Owen. Wilfred vio que los poetas tenían que hablar en nombre de los soldados. Podía esquivar la censura y seis versos en una revista podían ser más impactantes que un artículo.
A finales de septiembre el comité médico decidió que Owen debía permanecer un mes más en Craiglockhart para después reincorporarse al servicio en Inglaterra. Teniendo ya solo un mes, Wilfred dejó de lado todo lo que pudo de tareas asignadas para trabajar en la poesía. Así era una tarde típica en esos días:
“Sassoon me dijo que fuera a verle; y tras condenar algunos de mis poemas, corregir otros y disfrutar de unos pocos, me leyó sus últimas obras, que son superiores a cualquier otra cosa de su libro. Anoche escribió una obra que es el poema de guerra más exquisitamente doloroso que se haya escrito en ningún idioma o época. No le digo eso ni que no sería digno ni de encender su pipa. Simplemente me siento y le digo dónde creo que se equivoca. Va a modificar unos versos de este poema por lo que le he dicho”.
Wilfred era más que un discípulo. Estaba enamorado de Siegfried, un amor mezclado con adoración a un héroe. En aquella sociedad Wilfred sabía que tenía que ser discreto, y Sassoon le ayudó a integrarse en el mundo que les tocó vivir. Su sexualidad podía ser un tema central en su poesía sin que fuera visible. Expresando amor por los soldados podía expresar amor a los hombres sin levantar sospechas.
Durante el mes de octubre Owen escribiría sus poemas más destacados. Hacia el 9 escribió su otro poema emblemático, Dulce et decorum est pro patria mori:
Bent double, like old beggars under sacks,
Knock-kneed, coughing like hags, we cursed through sludge,
Till on the haunting flares we turned our backs,
And towards our distant rest began to trudge.
Men marched asleep. Many had lost their boots,
But limped on, blood-shod. All went lame; all blind;
Drunk with fatigue; deaf even to the hoots
Of gas-shells dropping softly behind.
Gas! GAS! Quick, boys!—An ecstasy of fumbling
Fitting the clumsy helmets just in time,
But someone still was yelling out and stumbling
And flound’ring like a man in fire or lime.—
Dim through the misty panes and thick green light,
As under a green sea, I saw him drowning.
In all my dreams before my helpless sight,
He plunges at me, guttering, choking, drowning.
If in some smothering dreams, you too could pace
Behind the wagon that we flung him in,
And watch the white eyes writhing in his face,
His hanging face, like a devil’s sick of sin;
If you could hear, at every jolt, the blood
Come gargling from the froth-corrupted lungs,
Obscene as cancer, bitter as the cud
Of vile, incurable sores on innocent tongues,—
My friend, you would not tell with such high zest
To children ardent for some desperate glory,
The old Lie: Dulce et decorum est
Pro patria mori.
El día 13 escribió “Disabled“. El 21 indicaba en una carta: “la semana pasada escribí seis poemas más“, posiblemente entre ellos “Inspection” y “The Letter“. El 13 de octubre además conocería a Robert Graves, que había venido a visitar a Sassoon. Owen le mostró “Disabled“, causando una grata impresión en Graves.
El 30 de octubre el comité médico volvió a reunirse. Wilfred recibió el alta y se le otorgó un permiso de tres semanas, pasado el cual tenía que incorporarse a su unidad de reserva. Wilfred se despidió de sus amistades, del Dr. Brock y por supuesto de Siegfried, que le entregó un sobre. Cuando más tarde lo abrió, Wilfred se encontró un billete de diez libras y la dirección del amigo y mentor de Sassoon, Robert Ross. Días después escribiría a Siegfried:
“¡Sonríe, unas monedas! Este hecho [el billete de diez libras] no ha aumentado mis sentimientos por ti lo más mínimo, ni un gramo. Has de saber que desde mediados de septiembre, cuando aún me considerabas como el pesadito aquel que llamaba a tu puerta, para mi eras Keats + Cristo + Elías + mi coronel + mi padre-confesor + Amenofis IV.
¿Cuál es el resultado matemático de esto?
Es este: que te quiero tan desapasionadamente, tanto, tanto, mi querido amigo, que la burlona pequeña sonrisa que tendrás leyendo esto no puede herirme lo más mínimo.
Si piensas en lo que han sido para mi los nombres anteriores, sabrás lo que estás causando. Y has arreglado mi vida, aunque fuera brevemente. No me encendiste: siempre fui un cometa loco; pero me has arreglado. He girado alrededor de ti como un satélite durante un mes, pero en breve volveré a lanzarme, una estrella oscura en la órbita en la que resplandecerás”.
Wilfred pasó unos días con la familia, con la dificultad de tantos otros veteranos de volver a casa como si nada hubiera pasado. No tardó en marchar a Londres. El 9 de noviembre almorzaba en el Reform Club con Robert Ross, compartiendo mesa con H.G. Wells y Arnold Bennet. Wilfred no se podía creer lo que estaba viviendo. Al día siguiente Owen volvió a encontrarse con Ross en su piso en Mayfair y entre otras cosas hablaron de su poesía. El edificio del piso de Ross era propiedad de una señora llamada Nellie Burton y tenía de inquilinos a, como ella decía, “hombres afines“, es decir, homosexuales de círculos artísticos. Esta vez todos los pisos estaban ocupados y Wilfred no podía alojarse, pero Ross le dijo que siempre estaría a su disposición alojarse allí si había algo libre. Días después Sassoon escribiría a Graves sobre el encuentro según se lo había narrado Ross:
“el Pequeño Owen fue a la ciudad a ver a Robbie y causó una grata impresión… Estoy seguro de que algún día será un gran poeta y es una criatura encantadora”.
Al día siguiente Wilfred fue a visitar a su primo Leslie en Winchester. De vuelta en el tren a Londres Owen vio a Horatio Bottomley, el editor nacionalista de la revista John Bull, que decía que los soldados muertos ya estaban en las calles del cielo en la gloria. Owen empezó en el tren el borrador de Asleep, una respuesta a esta afirmación de Bottomley:
Whether his deeper sleep lie shaded by the shaking
Of great wings, and the thoughts that hung the stars,
High pillowed on calm pillows of God’s making
Above these clouds, these rains, these sleets of lead,
And these winds’ scimitars;
—Or whether yet his thin and sodden head
Confuses more and more with the low mould,
His hair being one with the grey grass
And finished fields of autumns that are old …
Who knows? Who hopes? Who troubles? Let it pass!
He sleeps. He sleeps less tremulous, less cold
Than we who must awake, and waking, say Alas!
El 20 de noviembre llegó y era el día de reincorporarse. Wilfred se desplazó a Scarborough para incorporarse al 5th (Reserve) Manchesters, un regimiento dedicado a vigilancia costera y a adiestramiento. El alojamiento de los oficiales estaba en el Hotel Clarence Gardens, y el trabajo encomendado a Owen fue ocuparse de la gestión del hotel: cocina, limpieza, pedidos… y todas las necesidades de los oficiales. No era el trabajo ligero que esperaba según recomendación de los médicos, pero al menos no era el frente. Con tanto trabajo no tuvo mucha ocasión de relacionarse con tropa y oficiales, pero además la situación era incómoda. El oficial al mando, el Teniente Coronel Spencer-Mitchell, un oficial retirado devuelto al servicio en 1914, era de la vieja escuela y la admiración que sentía por los heridos en combate era tan grande como su desprecio por los “neurasténicos”. Es muy probable que fuera el responsable de que Owen no fuera ascendido a teniente como le correspondía por antigüedad en diciembre.
La prioridad máxima de Wilfred era ahora la poesía de guerra. El trabajo que tenía que hacer en el hotel no le impedía dedicarse a la poesía una vez acabadas las gestiones. Había dejado ya atrás la poesía que había escrito con sus primos y empezaba a considerarse un poeta del grupo de los Georgianos, en el que estaban incluidos Sassoon y Graves.
Y hablando de Sassoon, como vimos en su día, el 26 de noviembre fue dado de alta de Craiglockhart y solicitó incorporarse al servicio activo de inmediato. Se sentía culpable y creía que había dejado abandonados a sus hombres. Esto alarmó a Wilfred, que le escribió un pequeño poema para intentar disuadirle:
Earth’s wheels run oiled with blood. Forget we that,
Let us turn back to beauty and to thought.
Better break ranks than trek away from progress…
We two will stay behind and keep our troth…
Then when their blood has clogged the chariot wheels
We will go up and wash them from deep wells,
Even the wells we dug too deep for war.
Owen siguió con su frenética producción. Las Navidades no tuvo permiso y tocó pasarlas en el hotel, recibiendo cartas y regalos de amigos, entre ellos una carta inesperada de Graves:
“No te equivoques, Owen, ya eres un poeta excelente y lo serás aún más… has encontrado un nuevo método… esas asonancias en lugar de rimas son buenas… saca pecho un poco, Owen, y siéntete grande, porque eres mejor que la mayoría de nosotros… Tienes que ayudar a Siegfried Sassoon, a Robert Nichols y a Robert Graves a revolucionar la poesía inglesa, ¡así que tienes que sobrevivir a esta guerra!”.
El 31 de diciembre Wilfred escribió a su madre, siguiendo la costumbre evangélica de repasar el año y ver las bendiciones recibidas:
“Y así he llegado a la verdadera medida del hombre.
No estoy insatisfecho con mis años. Todo se ha ido haciendo por rachas:
Rachas de duro trabajo en Shrewsbury y en Burdeos; rachas de increíble placer en los Pirineos, y de juego en Craiglockhart; rachas de religiosidad en Dunsden; rachas de terrible peligro en el Somme; rachas de poesía siempre; de tu afecto siempre; de simpatía por los oprimidos siempre.
Acabo este año convertido en un poeta, mi querida madre, algo que no era al comenzarlo. Los georgianos me consideran sus iguales. Soy un poeta de poetas.
He partido. Los remolcadores me han soltado; siento el gran oleaje del mar abierto empujando mi galeón”.
Y más adelante en la carta su mente volvió a la Nochevieja anterior, en Étaples, “una especie de corral donde se mantiene a los animales unos días antes del matadero” y recordó la terrible expresión en la cara de los hombres, “una mirada vendada, sin expresión, como la de un conejo muerto”:
“Nunca lo pintarán y ningún actor será capaz de expresarla. Y para describirla, creo que debo volver y estar con ellos”.
“Creo que debo volver y estar con ellos”. Con esta breve frase Wilfred anunciaba a su madre que había comenzado a pensar que su lugar estaba en el frente.
CONTINUARÁ