En enero de 1918 Wilfred Owen seguía en Scarborough con su recuperación y como vimos con serias dudas sobre su futuro y sobre las responsabilidades que tenía que asumir.
A mediados de enero un accidente en una mina de carbón en Halmerend provocó la muerte de 140 mineros. Owen sufrió una gran impresión por la noticia y no dudó ni un momento en ponerse a escribir.
I listened for a tale of leaves
And smothered ferns…
But the coals were murmuring of their mine,
And moans down there
Of boys that slept wry sleep, and men
Writhing for air.
I saw white bones in the cinder-shard,
Bones without number.
En apenas media hora Wilfred tenía listo el poema, Miners, y lo envió a The Nation. El editor lo aceptó sin dudar. Se publicó el 26 de enero, convirtiéndose así en el primer poema publicado de Wilfred Owen.
El 23 de enero de 1918 iba a tener lugar la boda de Robert Graves, y Wilfred era uno de los invitados. Pidió permiso y viajó a Londres, acompañando a Ross en la entrada a la iglesia. Wilfred pudo conocer a varias personas durante la recepción posterior y fue continuamente presentado como “Wilfred, el poeta”. Después de la cena, Ross, Owen y sus amigos fueron al piso de Mayfair. Entre los asistentes estaba Scott Moncrieff, también veterano de guerra con un expediente de guerra impecable, Cruz Militar incluida por dirigir un ataque aun herido en Arras en 1917. Era tan abiertamente homosexual como se podía en la época y un amante del riesgo. Y algo importante para el futuro de Wilfred, ahora tenía un trabajo en el Ministerio de Guerra. Durante la velada leyeron Miners. Ross se ofreció a revisar los poemas de Wilfred y ver si había suficiente para un libro.
El 30 de enero el comité médico dictaminó que Owen debía continuar haciendo “trabajos ligeros” tres meses más y después pasar a hacer entrenamiento para ponerse en forma de nuevo para el frente.
En una carta de la que apenas se conservan unos fragmentos, Wilfred parece hablarle a Susan de un nuevo amigo conocido en Scarborough, Philip Bainbrigge. Philipp también escribía poesía, pero “de carácter privado”, lo cual implica poesía de temática homosexual explícita y por tanto impublicable. Fiel a su costumbre al conocer a un nuevo poeta, Wilfred se puso a imitarle.
Wilfred estaba llevando una vida relajada, olvidándose de sus dudas de año nuevo y empezando a pensar que quizás la guerra ya no volvería a destruirle o que quizás a través de Moncrieff encontraría un destino fuera de peligro. Pero la realidad de la guerra iba a imponerse. Alemania se había hecho con una gran cantidad de territorio en el Este aprovechando el caos de la Revolución Rusa y se estaban observando movimientos en el frente occidental, así que el ejército británico empezó a prepararse para lo que pudiera venir. El 9 de marzo Owen recibía una nueva orden que anulaba el dictamen médico: debía presentarse de inmediato en la Base del Mando Norte en Ripon.
Ripon era un cuartel enorme y después de las comodidades de Scarborough Wilfred volvía a condiciones similares a las del frente , compartiendo barracón con otros trece oficiales. El objetivo del cuartel era volver a poner a tono para el frente a soldados heridos o retirados durante un tiempo y Wilfred se puso a ello con convicción, dejando el alcohol y el tabaco. Los ejercicios duraban de nueve a tres y la tarde quedaba libre.
Y el 21 de marzo llegarían duras noticias desde el Frente Occidental. Los alemanes habían comenzado la Ofensiva Michael, en la que en pocas semanas recuperaron territorio que había costado tantos meses y vidas a los hombres de Owen tomar. Wilfred comenzó a sentir de nuevo que su deber como oficial ahora sería volver a Francia. Y su deber como poeta era volver a escribir sobre ello después de la pausa de meses que había hecho. En esta época parece haber escrito poemas como “Arms and the Boy“, “Mental Cases” o “Exposure“. Y sobre todo otra de sus grandes obras, Strange Meeting:
It seemed that out of battle I escaped
Down some profound dull tunnel, long since scooped
Through granites which titanic wars had groined.
Yet also there encumbered sleepers groaned,
Too fast in thought or death to be bestirred.
Then, as I probed them, one sprang up, and stared
With piteous recognition in fixed eyes,
Lifting distressful hands, as if to bless.
And by his smile, I knew that sullen hall,—
By his dead smile I knew we stood in Hell.
With a thousand fears that vision’s face was grained;
Yet no blood reached there from the upper ground,
And no guns thumped, or down the flues made moan.
“Strange friend,” I said, “here is no cause to mourn.”
“None,” said that other, “save the undone years,
The hopelessness. Whatever hope is yours,
Was my life also; I went hunting wild
After the wildest beauty in the world,
Which lies not calm in eyes, or braided hair,
But mocks the steady running of the hour,
And if it grieves, grieves richlier than here.
For by my glee might many men have laughed,
And of my weeping something had been left,
Which must die now. I mean the truth untold,
The pity of war, the pity war distilled.
Now men will go content with what we spoiled.
Or, discontent, boil bloody, and be spilled.
They will be swift with swiftness of the tigress.
None will break ranks, though nations trek from progress.
Courage was mine, and I had mystery;
Wisdom was mine, and I had mastery:
To miss the march of this retreating world
Into vain citadels that are not walled.
Then, when much blood had clogged their chariot-wheels,
I would go up and wash them from sweet wells,
Even with truths that lie too deep for taint.
I would have poured my spirit without stint
But not through wounds; not on the cess of war.
Foreheads of men have bled where no wounds were.
“I am the enemy you killed, my friend.
I knew you in this dark: for so you frowned
Yesterday through me as you jabbed and killed.
I parried; but my hands were loath and cold.
Let us sleep now. . . .”
En la literatura universal se ha escrito numerosas veces sobre el descenso a los infiernos. Wilfred recuerda esos encuentros narrados por Homero, Dante y tantos otros, pero también añadiendo su experiencia personal, los infiernos del refugio alemán o del sótano donde pasó un día semiinconsciente. En el poema hay sin duda también visiones de sus pesadillas nocturnas y recuerdos de las experiencias vividas que habían aparecido en anteriores poemas: el centinela herido, el soldado gaseado. El tratamiento del Dr. Brock le pedía que mirara al terror con firmeza. Owen lo hizo con creces en Strange Meeting, en un poema en el que además la pararrima alcanza su cumbre dando una musicalidad y ritmo únicos, con versos como “courage was mine, and I had mistery; / Wisdom was mine, and I had mastery”, “hall / Hell”, etc.
A primeros de mayo Owen ya estaba en la tercera categoría de aptitud y tenía veinte poemas de guerra acabados. Aprovechó un permiso para ir a Londres y esta vez sí pudo alojarse en el edificio de Nellie Burton. Pasó tres días allí, almorzando con Ross y pasando la tarde con Moncrieff en el Ministerio de Guerra. Todos sus amigos le dijeron que ya había hecho suficiente por la guerra y aceptó que Moncrieff le propusiera para un puesto de instructor.
Wilfred escribió que en esos tres días durmió tres horas. Como siempre es imposible saber los detalles, pero un velado soneto de Scott parece implicar una breve relación entre ellos:
Blame not my eyes that, from their high aim lowered
Yet saw there more than other eyes may see:
Nor blame head heart hands feet that, overpowered
Fell at thy feet to draw thy heart to me.
Blame not me all that all was found unworthy…
Owen comenzó a preparar el futuro libro y siguió escribiendo. En mayo vendrían “Futility” y sobre todo “Mental Cases“, quizás su mejor obra:
Who are these? Why sit they here in twilight?
Wherefore rock they, purgatorial shadows,
Drooping tongues from jaws that slob their relish,
Baring teeth that leer like skulls’ tongues wicked?
Stroke on stroke of pain,—but what slow panic,
Gouged these chasms round their fretted sockets?
Ever from their hair and through their hand palms
Misery swelters. Surely we have perished
Sleeping, and walk hell; but who these hellish?
—These are men whose minds the Dead have ravished.
Memory fingers in their hair of murders,
Multitudinous murders they once witnessed.
Wading sloughs of flesh these helpless wander,
Treading blood from lungs that had loved laughter.
Always they must see these things and hear them,
Batter of guns and shatter of flying muscles,
Carnage incomparable and human squander
Rucked too thick for these men’s extrication.
Therefore still their eyeballs shrink tormented
Back into their brains, because on their sense
Sunlight seems a bloodsmear; night comes blood-black;
Dawn breaks open like a wound that bleeds afresh
—Thus their heads wear this hilarious, hideous,
Awful falseness of set-smiling corpses.
—Thus their hands are plucking at each other;
Picking at the rope-knouts of their scourging;
Snatching after us who smote them, brother,
Pawing us who dealt them war and madness.
Owen vuelve a la temática del descenso al infierno, pero esta vez con rima libre y visitando un pabellón psiquiátrico, tal cual podía ser una noche cualquiera en Craiglockhart, con los pacientes sufriendo alucinaciones y gritando por los pasillos hasta que, en un decandentismo que habría hecho estar orgulloso a Tailhade, “Dawn breaks open like a wound that bleeds afresh”. Y al final del todo el poeta responde con su autoridad a la pregunta del principio, “¿quiénes son?” apelando a la conciencia del lector: “snatching after us who smote them, brother / Pawing us who dealt them war and madness”.
El 4 de junio el comité médico dictaminó que Owen ya era apto para el servicio y debía reincorporarse a su unidad en Scarborough. En una carta su padre le escribía “me alegro de que vuelvas a ser normal“. Wilfred debió disgustarse con la frase, pero por otro lado sentía la satisfacción de no ser ya un “convaleciente sin heridas”. Eso sí, las comodidades se habían acabado. Scarborough estaba a plena capacidad y los oficiales ahora tenían que alojarse en tiendas.
El ritmo de trabajo era frenético. Wilfred y el resto de oficiales tenían que poner a punto a los nuevos reclutas, la mayoría jóvenes sin ninguna experiencia. Para complicar las cosas, la gripe española hizo estragos en el campamento, aunque Wilfred no se vio afectado. Tanta salud sería lo que le condenaría. Moncrieff había presentado la petición para que Wilfred obtuviera un puesto de instructor, pero fue denegada porque todos los hombres en buena forma y sanos eran necesarios en el frente. Apenas había tiempo para la poesía, pero al menos dos poemas más, “Futility” y “Hospital Barge” se publicaron el 15 de junio en The Nation. Wilfred hizo también una pequeña incursión en la poesía modernista tras leer la antología Wheels. Y dentro del trabajo frenético, Wilfred podía disfrutar de la compañía de su asistente, apodado Little Jones. Poco se puede saber de la relación de Wilfred con él, dadas las precauciones que tenían que tomar y la posterior censura de las cartas hecha por el hermano de Owen. E incluso si solo fue una simple amistad, al ser entre soldado y oficial, tenía que ser ocultada.
El 26 de julio llegaron noticias de Sassoon. Le habían herido y estaba en Londres en un hospital. Esto cambió todo. Si Siegfried ya no estaba en el frente para ser testigo y hablar en nombre de la tropa, otro poeta tenía que tomar el relevo. Como escribiría a su madre:
“Te envío una carta muy valiosa de mi mejor amigo. Me volvieron a vacunar el sábado, pero fue la situación de Siegfried y no la mía la que me hizo sentir tan mal. Esta vez seguro que ya no volverá a la guerra…
Ahora debo arrojar mi pequeña vela en su antorcha y volver de nuevo. Hay rumores de un gran reclutamiento de oficiales en breve”.
Por otro lado, quisiera o no Wilfred, estaba claro que no podía librarse de volver al frente, dadas las circunstancias. El 10 de agosto llegaba la orden indicando que el Subteniente Owen tenía que presentarse el 17 ante las autoridades de embarque en Folkestone.
Una vez hechos los preparativos, Owen fue a Londres. La sorpresa llegaría en el examen médico del 11 de agosto. El doctor notó un murmullo en el corazón de Wilfred y lo declaró no apto. Moncrieff decidió volver a la carga e intentar conseguirle el puesto de instructor. El permiso no se podía anular, así que Wilfred se quedó en Londres y el 15 de agosto visitó a Sassoon. Tras pasar casi todo el día con él y otras amistades, Wilfred le insinuó a Siegfried un cierto deseo de volver al frente. Sassoon le contestó que sería bueno para su poesía, pero le amenazó con apuñalarle en la pierna para detenerle si era necesario.
El nuevo intento de Moncrieff fracasó estrepitosamente. La Secretaría Militar le contestó que un oficial que “había perdido los nervios” no tenía derecho a un trato preferente. No están claras las circunstancias, pero parece que el coronel Spencer-Mitchell se enteró de estos movimientos y habló con el médico. En el examen del 26 de agosto Owen fue declarado apto y se le ordenó ir a Folkestone en cinco días. El 31 de agosto ya estaba en Étaples y escribió a Sassoon:
“Adiós
Estimado Siegfried,
Aquí estoy mucho más cerca de ti que en Scarborough y soy mucho más feliz.
He sido muy incoherente desde que intenté decir adiós en los escalones de Lancaster Gate. Pero ahora todo está claro: estoy en una rápida retirada hacia el frente. El combate es más fácil aquí; y por tanto te quedarás y tendrás que aguantar ancianos y ancianas hasta el final, y luchar la guerra más amarga y con menos esperanza.
Cuando escribas por favor hazlo a Mahim, Monkmoor Rd. Shrewsbury.
No hay nada más que decir que no entiendas mejor si no se dice.
Tu W.E.O.”
Wilfred fue asignado de nuevo a los Manchesters y enviado a Amiens para unirse a ellos. El 14 de septiembre se ponían en marcha. Wilfred fue asignado a un pelotón de la compañía D, junto a otro subteniente, John Foulkes y bajo las órdenes del Capitán Hugh Sommerville. La situación era mucho mejor que en la primavera. El demoledor empuje alemán había acabado frenado por la falta de recursos y los Aliados estaban avanzando en lo que sería conocido posteriormente como Los Cien Días, la ofensiva final de la guerra. El 24 de septiembre los Manchesters se desplazaron a Tertry y durante tres días hicieron adiestramiento de combate en campo abierto. Las tácticas de trincheras ya no eran necesarias en esta nueva fase móvil de la guerra. Y Wilfred contaba de nuevo con la compañía de Little Jones, aunque no se sabe si había acompañado a su oficial Owen desde Scarborough o si le habían enviado allí.
Los alemanes habían perdido todo el terreno ganado en la primavera, pero aún contaban con su Línea Hindenburg y sus formidables fortificaciones. Los Aliados de todas formas podían ser optimistas. Las tácticas habían mejorado mucho y la sorpresa se había convertido en el arma clave, en lugar de los predecibles ataques al amanecer de 1916 y 1917. La artillería y la aviación habían también mejorado y podían proporcionar un gran apoyo a la infantería. Pero además había algo que no sabían los Aliados: los efectivos alemanes estaban bajo mínimos y la moral estaba por los suelos.
El 26 de septiembre 1600 cañones Aliados comenzaron el bombardeo más intenso jamás llevado a cabo en el Frente Occidental. El 28 los Manchesters se ponían en marcha junto al resto de su 32ª División, que formaba parte del IX Cuerpo. Al día siguiente tres batallones del Staffordshire Regiment, 46ª División, se encargaron del ataque en el sector de frente asignado al IX Cuerpo, consiguiendo todos sus objetivos. La 32ª División avanzó para reemplazar a la 46ª y el 30 de septiembre Los Manchesters y los Lancashire Fusiliers avanzaron entre las líneas de apoyo y de reserva de la Línea Hindenburg, teniendo que enfrentarse con frecuencia a nidos de ametralladoras, fracasando los Lancashires en la toma de Joncourt.
Al día siguiente los Lancashires volvieron a intentar tomar Joncourt mientras los Manchesters se encargaban de la línea Beaurevoir-Fonsomme, con el apoyo de cuatro tanques y con aviones dirigiendo el fuego artillero. La compañía D de Wilfred dirigiría la carga de los Manchesters y a las 4 de la tarde Owen dio la orden de avanzar, acompañado de Little Jones, que como sirviente tenía como misión en combate proteger a su oficial. El avance no duró mucho al encontrarse alambradas y quedar inutilizados los tanques. La Compañía D tuvo que refugiarse a toda prisa en una ladera y Little Jones, protegiendo a Wilfred, recibió un disparo en la cabeza. Durante media hora Owen y Jones estuvieron en la ladera, Jones aún vivo con su cabeza recostada en el hombro de Wilfred. Wilfred escribiría más tarde a Sassoon:
“¿Catálogo? ¿Fotografía? ¿Se puede fotografiar el hierro al rojo vivo mientras se enfría tras fundirlo? Así era la sangre de Jones y así se sentía. Mis sentidos están carbonizados”.
Se consiguieron reparar algunos de los tanques y por fin la Compañía D pudo avanzar. Sommerville había sido herido, así que Owen tomó el mando. Quizás sufriendo la misma locura de combate que sufrió Sassoon tras la muerte de su amigo David Thomas, Owen dirigió una rápida carga ladera arriba que los alemanes no pudieron resistir. El batallón hizo doscientos prisioneros y capturó veinticuatro ametralladoras. La Compañía D siguió avanzando hasta una granja llamada Swiss Cottage, pero se habían adelantado al resto y estaban expuestos. Los alemanes lanzaron un contraataque y recuperaron la granja. Wilfred y un cabo cogieron dos de las ametralladoras capturadas y con su fuego consiguieron cubrir a Foulkes y sus hombres, que así lograron volver a tomar la granja. Días más tarde se concedió a Owen la Cruz Militar por esta acción. En 1919 se publicaba en la London Gazette la citación:
“Por un valor destacado y un profundo sentido del deber en el ataque a la línea de Fonsomme el 1 y 2 de octubre de 1918. Al pasar a ser una baja el comandante de la compañía, asumió el mando, mostró un excelente liderazgo y resistió un fuerte contraataque. Se hizo cargo en persona de una ametralladora enemiga capturada desde una posición aislada y causó considerables bajas al enemigo.
En todo momento se comportó con un valor inigualable”.
Décadas más tarde, Harold Owen, en su extraño afán de convertir a su hermano en una entidad angelical y pacifista, publicó una citación falsa, sin el sello del Ministerio de Guerra, en la que en lugar de “infligir numerosas bajas al enemigo”, Wilfred había “capturado varios prisioneros”.
Los alemanes claro está conocían perfectamente sus antiguas posiciones, así que el 2 de octubre lanzaron un contraataque que se resistió a duras penas. Mientras tanto se ordenó al 16th de los Lancashire Fusiliers tomar el siguiente pueblo, Ramicourt. Avanzaron a las 8:30 de la mañana y en pocos minutos cientos fueron abatidos. Ellos y los Manchesters no tuvieron más remedio que quedarse atascados donde estaban ese día y esa noche, sin poder ni retirarse porque su retaguardia estaba expuesta a fuego alemán. Tras horas y horas de artillería, gas, barro y más contraataques, unidades de la 46ª División lograron llegar la madrugada del 3 para relevar a los Manchesters. Wilfred dirigió a sus hombres de vuelta a la retaguardia. Exhaustos y desorientados, la afición juvenil por la astronomía de Wilfred resultó ser muy útil y guiándose por las estrellas, llevó a todos de vuelta.
El 4 de octubre comenzaron doce días de merecido descanso en Hancourt. Como comandante temporal de la Compañía D, Wilfred se encargó de elaborar las listas de bajas y escribir a las familias, además de llevar a cabo todas las funciones de cuidar de los hombres y atender sus necesidades. A juzgar por las cartas de los soldados, hizo un gran trabajo:
“El Sr. Owen es mi comandante de compañía y es un muchacho muy desente“. Y otro: “¿Os acordáis de ese oficial bajito llamado Owen que estaba en Scarborough? Ahora está al mando de mi compañía y es todo un caballero”.
El 14 de octubre el teniente Carroll asumió el mando de la compañía y Owen volvió a sus funciones habituales. El futuro parecía prometedor. La guerra acabaría pronto y Wilfred, con la ayuda de Sassoon, Monro y otros amigos, podría trabajar en el mundo editorial y la literatura, huyendo del temido futuro de profesor de escuela. Su hoja de servicio militar ahora ya era impecable y sería respetado y admirado. Y su poesía hablaría del sufrimiento de los soldados y haría descubrir a los civiles la realidad de la guerra.
Lo cierto es que los alemanes habían perdido la Línea Hindenburg, pero no estaban aún dispuestos a rendirse. El 17 de octubre ocuparon posiciones defensivas en el Río Selle y se envió a la 32ª División como refuerzo. Wilfred y sus hombres fueron avanzando, pasando por pueblos que habían estado bajo ocupación alemana cuatro años, habitados por mujeres y niños al borde de la inanición pero que según lo que contaban, no habían sufrido las atrocidades que había difundido la propaganda Aliada. El 22 de octubre se encontraban en Busigny y el 29 avanzaron hacia St. Souplet, dejando atrás los campos de Picardía y entrando en un territorio de colinas y setos más parecido al de Inglaterra. Habían llegado al siguiente obstáculo, el Canal Oise-Sambre.
El canal constituía una barrera que requeriría la construcción de puentes, todo ello bajo fuego de los alemanes que ocupaban las colinas de la otra orilla. A pesar de los intentos de los comandantes del Cuarto Ejército de frenar el ataque, se dio orden de proceder el 4 de noviembre a las 5:45 de la mañana. Tras el bombardeo de cobertura, los ingenieros avanzaron para construir los puentes. En pocos minutos treinta de los cuarenta y dos ingenieros eran bajas. Otros hombres fueron a ayudar y treinta minutos después el puente estaba completado y los primeros Manchesters cruzaron el canal. Poco después un proyectil de artillería destruía el puente.
Entre todo este caos, Wilfred trataba de mantener el orden y animar a sus hombres. Como explicaron años después dos supervivientes a su madre, Wilfred se movía entre sus hombres diciéndoles lo bien que lo estaban haciendo. Minutos después, montado en una balsa improvisada para llevar tablas para reconstruir el puente, Wilfred fue alcanzado por el fuego alemán y murió, flotando sobre las aguas del canal. Como Anteo, había sido derrotado cuando había perdido el contacto con la tierra.
Al sur y al norte del sector de los Manchesters los ataques tuvieron mayor fortuna y se consiguió el cruce del canal, forzando la retirada alemana. Al día siguiente los objetivos de la 32ª División se habían alcanzado. Ese mismo día, 5 de noviembre, por fin se publicaba en la London Gazette el ascenso a teniente que hacía tantos meses que se debía a Owen. El 8 de noviembre era enterrado junto al resto de bajas de la batalla en el cementerio de Ors. Tres días después, el 11 de noviembre a las 11:00 entraba en vigor el alto el fuego y la Primera Guerra Mundial terminaba. Ese mismo día llegaba a la casa de los Owen el telegrama anunciando la muerte de Wilfred.
Meses después, cuando la familia Owen recibió la notificación de que se iba a fabricar la lápida para la tumba de Wilfred y que podían escoger un epitafio, Susan Owen recordó unos versos de su hijo, de los que eliminó el interrogante final:
Shall Life renew these bodies? Of a truth,
All death will he annul