En 1735 Carl von Linneo tenía preparada su gran obra. Tras años de estudio de las plantas y de buscar un sistema racional para nombrarlas y clasificarlas, Linneo publicó su Systema Naturae, donde se ponían las bases del sistema de nombres científicos que utilizamos hoy en día para referirnos a las especies.
A su vez exponía su sistema de clasificación de las plantas en base a sus flores, es decir, a sus órganos sexuales. Esta cuestión tan inocente para nosotros no lo era ni mucho menos en el s. XVIII. El detallado estudio de los órganos sexuales de las plantas por parte de Linneo llevó a la burla, el escándalo y la ira.
Una de las reacciones más furibundas vino sorprendentemente de quien hasta entonces había sido amigo y colaborador de Linneo, el director del Jardín Botánico de San Petersburgo Johan Georg Siegesbeck. Siegesbeck llegó a escribir una refutación del sistema de Linneo titulada (en toda la gloria de los títulos de obras del s. XVIII) Epicrisis in clar. Linnaei nuperrime evulgatum systema plantarum sexuale, et huic superstructam methodum botanicam en la que entre otras lindezas Siegesbeck se preguntaba si Dios permitiría a 20 hombres (los estambres de la flor) compartir una sola esposa (el pistilo).
Linneo no se tomó muy bien la diatriba de su antiguo amigo, así que decidió burlarse a su manera. A la hora de nombrar una planta rastrera pegajosa, de mal olor y sobre todo flores (y por tanto órganos sexuales) pequeñas, escogió el nombre Siegesbeckia orientalis. La polémica continuaría hasta la muerte de Siegesbeck en una publicación tras otra, pero además con un remate final: Linneo tenía que enviar un paquete de semillas de Siegesbeckia, al que había puesto la etiqueta Cuculus ingratus (cuco desagradecido). Pero por error, aunque cuesta creer el error, el paquete acabó enviado a Siegesbeck. Cuando decidió plantar las semillas y semanas después se encontró la apestosa planta que Linneo le había dedicado, podemos imaginar la reacción.
No sabemos si hay alguna enseñanza en esta historia. Quizás que los innovadores y los que deciden romper moldes siempre tienen que enfrentarse a una sociedad que va más despacio, y sorprendentemente a veces los más furibundos opositores son quienes deberían tener los conocimientos y la fuerza para ser un firme apoyo a los innovadores. Recordemos también el calvario que sufrió Darwin. Pero ante los retrógrados y los que siempre ponen frenos no hay que sulfurarse ni desanimarse. Lo mejor siempre será la burla y el ridículo y pasarles la mano por la cara todas las veces que sea necesario.
Que tengáis unas buenas fiestas y nos vemos a la vuelta.