En 1862 el reverendo Henry Dawson Ellis Bull ordenó la construcción de una rectoría en Borley, Essex. Acababa de ser nombrado para el cargo y necesitaba un hogar para él y sus hijos, ya que la anterior rectoría había sido destruida en un incendio en 1841.
El lugar estaba repleto de leyendas sobre la antigua iglesia medieval junto a la rectoría y sobre una supuesta abadía benedictina cercana en la que un monje mantuvo una relación ilícita con una monja, siendo él ejecutado y ella emparedada (en 1938 se descubrió que era una historia inventada, pero aún circula). Y el caso es que la fama de lugar sobrenatural tendría su manifestación rápidamente.
Al poco de instalarse los Bull empezaron los sucesos extraños. Las hijas aseguraron haber visto por las noches una monja caminando por el jardín, además de un carro conducido por dos hombres sin cabeza. El reverendo Bull murió en 1892 y su hijo Harry, también reverendo, le sucedió. Las apariciones continuaron pero sin ser nada más que algo pintoresco.
Harry Bull murió en 1927 y al año siguiente el reverendo Guy Eric Smith y su mujer se instalaron en la casa. Al poco la mujer de Smith encontró la calavera de una joven en un armario y empezaron a ocurrir sucesos extraños y bastante más intensos que con los Bull: campanillas de servicio que sonaban sin que nadie las tocara, pasos… Los Smith dejaron la rectoría en 1929 y tras algunas dificultades al año siguiente se instalaron en la casa el reverendo Lionel Algernon Foyster, emparentado con los Bull, y su joven mujer Marianne, además de su hija adoptiva Adelaide.
Al poco de instalarse los Foyster volvieron a comenzar los sucesos paranormales. Marianne decía que oía cómo alguien la llamaba constantemente. Se oían pasos. Aparecían libros desconocidos en muebles y estanterías. Se lanzaban objetos de todo tipo. Un trozo de ladrillo cayó en la mesa del comedor junto al plato del reverendo Foyster mientras cenaban y Marianne tropezó con otro al salir del baño. Y lo más siniestro de todo, aparecían papeles con el nombre “Marianne” por toda la casa y frases escritas en las paredes pidiéndole que rezara sus oraciones.
La situación fue deteriorándose tanto que los Foyster huyeron unas semanas a casa de unos vecinos, Sir George and Lady Whitehouse, que les convencieron para que llamaran al famoso espiritista Harry Price.
Harry Price no quedó muy impresionado con lo que vio en Borley. Le dijo claramente al reverendo Foyster que Marianne se lo estaba inventando todo. Los Foyster se enfadaron y Price no volvería a tener acceso a la casa hasta años después tras la marcha de los Foyster. Pero lo cierto es que Price tenía razón. Marianne era todo un personaje con un pasado rocambolesco y un futuro aún más rocambolesco.
Marianne y Lionel Foyster se casaron en Brunswick, Nueva Escocia, en agosto de 1922, cuando Marianne tenía 23 y Lionel 45. Lo que Marianne se había olvidado de mencionar entonces es que ya estaba casada con un tal Greenwood y había tenido un hijo con él, Ian, al que dejó en Canadá pagando Lionel la escuela del chico. No parece que Lionel supiera que fuera hijo de Marianne, o no quiso hacer preguntas.
Lionel adoraba a Marianne, pero el sentimiento no era recíproco. Al poco de llegar a Inglaterra Marianne inició una relación con Frank Peerless, un vendedor de flores de Londres. Marianne decidió trabajar con Frank en la tienda, de tal manera que se pasaban la semana en Londres y los fines de semana en Borley, con Lionel no sabemos si sufriendo una candidez extrema o prefiriendo mirar para otro lado una vez más. El recurso a los fantasmas fue una gran solución para Marianne, que le permitió explicarle a Lionel sucesos como los ruidos de pasos de habitación a habitación que se oían por las noches. Además de los frecuentes golpes y morados de las discusiones con Frank, que Marianne atribuyó sin cortarse un pelo a ataques del fantasma de Borley.
El motivo de los textos que aparecieron en las paredes y papeles es más difícil de explicar. Quizás Marianne quiso ser el centro de atención o quizás, buscando dinero (la situación financiera de los Foyster era bastante complicada) quiso crear una historia de fantasmas suficientemente sólida para venderla a la prensa. Sea como sea, análisis grafológicos de los textos, en los que aparece una supuesta escritura sobrenatural y la respuesta de Marianne, indican que todo había sido escrito por la misma persona.
La relación con Peerless no podía durar, menos aún cuando además la floristería fracasó y la situación económica de los Foyster se complicó aún más. Poco después de que Peerless la abandonara a finales de 1934, Marianne se instaló en un piso en Ipswich haciéndose llamar “Señorita Foyster”, mientras Lionel seguía en Borley. Marianne puso en marcha su plan y en febrero de 1935 se casaba con Henry Fisher, un adinerado comerciante con problemas mentales. Marianne por supuesto olvidó mencionar su matrimonio con Lionel. Para rizar el rizo, Marianne le dijo a Henry que Lionel era su padre y le visitaban frecuentemente. Cuesta imaginar cómo se las apañaron para esquivar a vecinos y parroquianos en las visitas y evitar conversaciones que revelaran todo.
En octubre de 1935 Marianne, Lionel y Henry dejaron definitivamente Borley. La casa seguiría su camino con la vuelta de Harry Price dos años después, que la declararía “la casa más encantada de Inglaterra”. Pero es otra historia de mucho menor interés que la de Marianne.
Los Foyster, o los Fisher, depende de cómo se mire, siguieron llevando una vida relativamente tranquila en Ipswich unos años, pero a principios de los 40 los problemas mentales de Harry se complicaron y Marianne hizo que lo ingresaran en un asilo, donde murió poco después. Justo en esa época Marianne conoció a un tal Dr. Davis, que era un apasionado de las historias de fantasmas de Borley. Davis estaba obsesionado con el espiritualismo desde la muerte de su mujer Mabel y Marianne vio aquí su oportunidad. De alguna manera convenció a Davis de que era la reencarnación de Mabel e iniciaron una relación, con Marianne usando la ropa de Mabel y Davis haciéndole regalos y dándole dinero. Esta relación duró hasta que se acabaron los ahorros de Davis.
Lionel Foyster murió en abril de 1945. Como era de esperar, Marianne buscó otro marido y en agosto se casó con Robert O’Neil, un soldado americano de 25 años al que convenció de que tenía 32 y estaba embarazada. En 1946 se trasladaron a Estados Unidos, justo a tiempo ya que la policía de Suffolk había comenzado a investigar a Marianne. Allí vivieron doce años de tranquilo matrimonio (que sepamos) hasta que se divorciaron en 1958.
Marianne solo tendría un percance más en su vida ese mismo 1958. Trevor Hall, un antiguo colaborador de Harry Price que había renegado del espiritismo y se dedicaba a publicar libros denunciando fraudes, publicó en 1956 un libro explicando todo el fraude de Borley. Empeñado en esta cruzada personal Hall llegó a contratar un detective privado en Estados Unidos para buscar a Marianne y que confesara.
Y así, un día de finales de febrero de 1958 un detective privado se sentó en el lobby de un hotel de Dakota del Norte a esperar a Marianne Foyster, la Viuda de Borley. Cuando Marianne se vio descubierta, su primera reacción fue amenazar con suicidarse. Pero el buen hacer del detective consiguió que Marianne aceptara ser entrevistada sobre los hechos de Borley.
Trevor Hall no se dio por satisfecho con esto. Escribió una infumable novela, “El último caso de Sherlock Holmes”, en el que enviaba a Holmes a investigar Borley, destapando los crímenes de la bígama mujer del rector. Las referencias eran demasiado evidentes para temer una demanda por difamación, así que decidió esperarse a la muerte de Marianne para ejecutar su justicia. Pero Marianne una vez más sería la que reiría la última. Trevor Hall falleció en los 70 y Marianne, tras una larga y tranquila vida como educadora social, falleció en 1992 con 93 años sin nunca ser procesada por ningún delito.