La Batalla de Suomussalmi
Tras la firma del Pacto Molotov-Ribbentrop y el reparto de Polonia entre Alemania y la URSS, esta última decidió poner en marcha el reparto de “áreas de influencia” acordado entre ambos países, lo cual incluía ocupar y anexionarse Finlandia.
La URSS esperaba que a base de presiones diplomáticas y amenazas, Finlandia cedería una parte de su territorio como primera fase de esta anexión. Pero Finlandia no estaba dispuesta a ceder tras ver el destino sufrido por Polonia y Checoslovaquia y cómo la URSS había conseguido presionar a las Repúblicas Bálticas para que aceptaran bases soviéticas en su territorio, aunque todo estuviera en su contra ante un enemigo tan poderoso.
Rotas las negociaciones, el 30 de noviembre varios bombarderos soviéticos atacaron Helsinki. Comenzaba la que sería conocida como Guerra de Invierno.
Los planes soviéticos eran sencillos sobre el papel: atacar desde el Lago Ladoga para dirigirse a Helsinki, lanzar otro ataque desde el centro para llegar al Golfo de Bothnia y cortar el país en dos y cortar el acceso al norte y a posibles llegadas de refuerzos occidentales.
Lo que era fácil sobre un mapa era una realidad mucho más cruda. Finlandia distaba de ser un país fácil de cruzar por grandes ejércitos mecanizados. Cubierta de bosques, con pocas carreteras y un clima durísimo, la invasión no iba a ser un paseo. Y menos aún cuando el ejército finlandés, por inferior que fuera en efectivos y armamento, no estaba dispuesto a rendirse. Los soldados finlandeses estaban defendiendo sus casas y sus familias y estaban dispuestos a todo.
Por si los planes soviéticos no eran suficientemente irreales, añadamos que esperaban ser recibidos con los brazos abiertos por obreros y trabajadores agrícolas. Así por ejemplo, la 163ª División de Infantería que tenía como objetivo Oulu entró en territorio finlandés con todo un acompañamiento de imprentas, panfletos, libros y megafonía, para poder aleccionar a las masas liberadas. Todo esto simplemente porque en las elecciones finlandesas esta región siempre había votado izquierdas. Y toda esta carga de material en una división que solo tenía dos carreteras en la ruta inicial de su objetivo y solo una de ellas decente. Atrás quedaron grandes cantidades de ropa y botas para poder hacer sitio.
Así, el 30 de noviembre de 1939 la 163ª se puso en camino hacia Oulu. El primer objetivo era Suomussalmi, un pueblo de 4000 habitantes dedicados a la explotación forestal y la caza y al que la 163ª se dirigió por dos carreteras. Dos de los regimientos de la división tomaron la complicada carretera de Juntusranta, mientras que el regimiento restante avanzó por la más cómoda carretera de Raate.
Los finlandeses estaban desconcertados ante tal ofensiva en un lugar tan complicado y remoto. Para frenar a la fuerza de la carretera norte solo enviaron 50 guardas fronterizos. En la carretera de Raate igualmente solo se enfrentaron unos pocos pelotones a los soviéticos.
A lo largo de los días siguientes los finlandeses fueron retirándose y recibiendo refuerzos. La mañana del 7 de diciembre evacuaron a la población de Suomussalmi y quemaron el pueblo para dejar sin refugio ni suministros a los soviéticos. La fuerza norte se había dividido en dos. Un regimiento continuó más al norte y el otro giró hacia el sur para unirse al regimiento de Raate. Por la tarde los soviéticos entraban en las ruinas del pueblo. El avance estaba siendo más lento del esperado, pero todo parecía estar marchando bien. Pero este iba a ser el punto culminante del avance soviético en este sector.
Porque la masa de efectivos ocultaba una realidad. La división no tenía materiales adecuados ni suficientes para las condiciones en Finlandia. Había habido ya numerosas bajas por congelaciones. Y los oficiales al mando no eran grandes profesionales. En estas condiciones, la capacidad ofensiva soviética se vio mermada rápidamente. La fuerza norte, con el general Sharov al mando, hizo algunos tímidos intentos de atacar los días 14 y 15, pero los morteros y ametralladoras de los bien atrincherados finlandeses los frenaron en seco.
Los dos regimientos en Suomussalmi estaban en mejores condiciones. Pero los finlandeses iban a recibir un refuerzo único, un hombre clave: el coronel Hjalmar Siilasvuo.
Siilasvuo, además de aportar su gran habilidad, no llegó con las manos vacías. Con él venía el Regimiento JR-27, que no contaba con armamento pesado pero sí con gran cantidad de esquíes y hombres que sabían usarlos. La mayoría eran de lugares como Suomussalmi. Conocían el bosque y sabían moverse por él.
Siilasvuo estaba convencido de que no solo podía frenar a la 163ª División. Además podía derrotarla. Pero primero de todo era necesario aislarla y convertirla en su prisionera. Había que cortar la carretera de Raate.
El 12 de diciembre dos compañías del JR-27 comandadas por el capitán Mäkinen lanzaron un ataque en la carretera de Raate a su paso entre dos lagos. En primer lugar lanzaron una andanada breve pero intensa de morteros y ametralladoras sobre un punto de la carretera. Tras unos minutos las ráfagas se desplazaron 100 metros a uno y otro lado del punto inicial.
De repente un equipo de demolición surgido de la nada procedió a correr en paralelo por la carretera lanzando granadas a todo lo que hubiera: tanques, camiones, cocinas de campaña, trincheras…. Eran protegidos por francotiradores apostados en el bosque que tenían orden de centrarse en los oficiales. El objetivo no era acabar con todos los soviéticos, sino crear un punto en el que cortar la carretera. Una vez la primera oleada cruzó la carretera, otra oleada de atacantes se encargó de ensanchar la brecha. Mientras tanto y bajo el fuego enemigo equipos de ingenieros se pusieron a trabajar para consolidar la posición creando barreras a cada lado de la brecha con lo que hubiera a mano: camiones, tanques, troncos, tierra.
En pocos minutos todo había acabado. La 163ª División había perdido su única ruta de escape y suministros. Mäkinen y 350 hombres habían conseguido cortarle la carretera a toda una división y crear como en otros muchos frentes en esta guerra una bolsa de enemigos rodeados, un motti, una palabra finlandesa que ese invierno se haría famosa en todo el mundo, que leía y escuchaba atentamente las noticias de una guerra que daba esperanza al mundo libre tras años de derrota tras derrota ante los países totalitarios.
La única manera de rodear el corte de carretera era o bien cruzar los lagos helados, totalmente expuestos al fuego finlandés o dejar atrás el equipo pesado y atravesar los bosques. Siilasvuo confiaba que el pánico a los bosques haría imposible esa opción. Y así fue. Solo quedaba seguir estrechando el nudo y dejar que el hambre, el frío y el constante acoso con francotiradores y morteros hicieran su trabajo.
Pero tiempo no era lo que tenía Siilasvuo. Un avión de reconocimiento alertó el 13 de diciembre que una nueva división soviética, la 44ª se estaba preparando para entrar en territorio finlandés y unirse a la 163ª usando la carretera de Raate. Había que acelerar la destrucción de la 163ª. Metódicamente los finlandeses fueron lanzando ataques desde el oeste de Suomussalmi para estrechar el cerco.
Del 23 al 25 de diciembre los soviéticos intentaron escapar disparando con todo lo que tenían y gastando casi toda su munición. El 27 de diciembre los finlandeses lanzaron el ataque final contra Suomussalmi, un pueblo al oeste llamado Hulkoniemi y contra un cruce de carreteras al norte de Hulkoniemi. La resistencia soviética fue feroz y se avanzó poco.
Al día siguiente en cambio la resistencia en Hulkoniemi se vino abajo. Los soldados soviéticos ya no podían más tras semanas de frío y privaciones. Algunos huyeron hacia Suomussalmi, otros simplemente tiraron las armas y corrieron a través del hielo del lago Kiantajärvi. Sin protección y con sus uniformes color kaki, fueron un objetivo fácil.
A las pocas horas los soldados del motti de Suomussalmi también se vinieron abajo y finalmente el 29 caía la última bolsa de resistencia. La desbandada fue general, tan descontrolada que miles de soldados consiguieron huir simplemente porque los finlandeses no daban abasto. Otros miles no tuvieron tanta suerte. Cuando el 30 de diciembre cesó el fuego los finlandeses contaron 5000 cadáveres desde Suomussalmi hasta la punta del lago. Nadie sabe los otros miles que perecieron perdidos en los bosques. La 163ª División del Ejército Rojo había dejado de existir.
Siilasvuo había conseguido una increíble victoria contra todo pronóstico. Pero la batalla no estaba ganada. La 44ª División se había puesto en movimiento.
Continuará.