Las Islas Desiertas están a apenas 25 kilómetros de Madeira y hacen perfecto honor a su nombre. Sin suelo cultivable y con agua escasa y de mala calidad solo en la isla más grande, han permanecido deshabitadas y como lugar perfecto para una operación clandestina sin tener que ir al otro confín del mundo.
Y en octubre de 1864 sus aguas fueron testigo de una operación clandestina. El Sea King, un carguero británico, había zarpado el 8 de octubre de Londres con destino Bombay. Otro carguero, el Laurel, había zarpado apenas unas horas después desde Liverpool. Ambos barcos se encontraron en Funchal, Madeira y poco después se desplazaron juntos a las Islas Desiertas.
Durante los primeros días los marineros se dedicaron a traspasar la preciosa carga del Sea King al Laurel: carbón de primera calidad. A continuación pasaron la carga del Laurel al Sea King: rifles, pistolas, cañones de diversos calibres, munición.
En los días siguientes los carpinteros abrieron troneras para los cañones en el casco del Sea King. Finalmente, se arrió la bandera británica y se izó la bandera de los Estados Confederados de América. El barco pasaba a formar parte de la Marina Confederada y recibía el nuevo nombre con el que pasaría a la Historia: el CSS Shenandoah.
¿Por qué toda esta operación? Volvamos unos meses atrás.
1864 se presenta como un año ominoso para la Confederación. Sus ejércitos han pasado a la defensiva y la Unión por fin ha encontrado dos generales hábiles y capaces: Grant y Sherman. El cerco se estrecha y romper el bloqueo, la principal actividad hasta ahora de la Marina Confederada, se hace cada vez más difícil.
Se ha decidido una nueva táctica: iniciar operaciones contra los intereses navales de la Unión en todos los océanos. Golpear las flotas comerciales del Norte y mostrarse ante el mundo como una nación que aún puede luchar para lograr el tan ansiado reconocimiento internacional que puede inclinar la balanza.
Hecho el plan, solo queda conseguir los barcos. Siendo imposible ya construirlos y fletarlos en territorio confederado, se han de adquirir en el extranjero y la mejor opción es la primera potencia naval, Gran Bretaña. Pero Gran Bretaña, al igual que el resto de potencias europeas, es neutral.
Eso no va a detener a James Bulloch, el ingenioso agente confederado en suelo británico. Le ha echado el ojo a un barco perfecto para la misión: el Sea King, un transporte de tropas y carguero de propulsión mixta (velas y vapor) construido en 1863 en Glasgow.
Tras negociaciones en secreto y a través de diversos documentos falsos, Bulloch adquiere el barco para la Confederación. A su vez, compra el material y armamento necesarios y todo esto, junto con la futura tripulación del aún inexistente Shenandoah con el Capitán Waddell al frente, viajan en el Laurel a Madeira. Tras la transformación del barco en las Islas Desiertas, el CSS Shenandoah está listo para su misión.
O mejor dicho, casi listo. No toda la tripulación del antes Sea King y del Laurel, en su mayor parte de origen británico, acepta de buen grado verse involucrada de repente en una guerra que no es la suya. La oferta de dos meses de paga extra por alistarse en la Marina Confederada solo convence a dos. Algo de oro convence a dos más. Horas de discursos y negociaciones convencen a cinco más. Finalmente, entre los reclutados y los confederados que iban en el Laurel, Waddell dispone de una tripulación de 19 marineros y 23 oficiales, muy lejos de los 150 necesarios para navegar y combatir a pleno rendimiento.
Para empeorar las cosas, entre todo el material solo hay palanquines para dos cañones. Los palanquines, el sistema de poleas que retenía el cañón de un barco al disparar e impedía que saliera disparado hacia atrás, son imprescindibles para poder combatir.
Waddell consulta a sus oficiales. ¿Qué han de hacer? ¿Renunciar a la misión o seguir adelante y tratar de conseguir la tripulación y suministros necesarios? Nadie lo duda. Seguirán adelante.
Y la suerte sonríe al Shenandoah. El 30 de octubre los confederados tienen su primer encuentro con un barco con bandera de la Unión, el Alina, que entre su carga incluye los necesarios palanquines. Tras pasar al Shenandoah a los prisioneros y todo el material útil, el Alina es hundido.
En los días siguientes caen el Charter Oak y el D. Godfrey. El encuentro con un barco danés, el Anna Jane, permite deshacerse de los prisioneros (pagando el pasaje con algunas provisiones y el cronómetro del Alina) y continuar la caza. 4 barcos más caen en el Atlántico víctima del Shenandoah.
Pero la suerte cambia de nuevo y la hélice del Shenandoah empieza a dar problemas. El puerto más adecuado para las reparaciones sería El Cabo, pero ahora que ya se sabe que hay un corsario confederado actuando en el Atlántico Sur, la posibilidad de una emboscada de barcos de la Unión es muy alta. Waddell decide continuar hacia donde nadie le espera: Melbourne.
Las suposiciones de Waddell eran acertadas. El 9 de enero de 1865 el USS Iroquois llega a El Cabo en busca del Shenandoah. Para entonces nuestro protagonista ya ha recorrido casi todo el Índico, habiendo hecho una sola captura, el Delphine. El 25 de enero el Shenandoah entra en el puerto de Melbourne con un recibimiento de héroes.
Entre reparación y reparación y entre bailes y recepciones a los que son invitados los oficiales del Shenandoah, Waddell acomete la otra tarea crucial: ampliar la tripulación. Claro está, esto no puede hacerse abiertamente al estar en un puerto neutral, y menos aún dadas las protestas del cónsul de la Unión en Melbourne, William Blanchard, que llega a conseguir que la policía intente inspeccionar el Shenandoah en busca de nuevos reclutas.
El tira y afloja entre Waddell y las autoridades se prolonga varios días y finalmente el Shenandoah parte el 19 de febrero antes de que se complique más la situación, pero… se detiene brevemente ante la playa de Sandridge y envía tres botes para recoger a 40 hombres que allí esperan. Son los nuevos marineros del Shenandoah. Para cuando Blanchard consigue hacer reaccionar a las autoridades, ya es tarde y el Shenandoah está lejos de puerto y en busca de su nuevo objetivo: la flota ballenera americana del Pacífico Norte.
Es una ruta larga, así que de camino el Shenandoah sigue buscando objetivos. Un encuentro con un barco hawaiiano (aún una nación independiente) les pone sobre la pista de Ponape, una isla de las Carolinas. El 1 de abril el Shenandoah entra en la bahía de Ponape y coge desprevenidos a cuatro balleneros americanos: el Edward Carey, el Hector, el Pearl y el Harvest. No solo se destruyen cuatro barcos sino que además se consiguen valiosos mapas que indican dónde se podrían encontrar otros balleneros.
El Shenandoah parte de Ponape el 13 de abril. No saben que el 9 Robert E. Lee se ha rendido en Appomatox y que su bandera ya no tiene un Estado. Rumbo norte, los confederados pasan por el mar de Okhotsk y llegan a cruzar el Círculo Polar sin haber avistado presas. Al ir encontrando cada vez más hielo, deciden virar rumbo sur el 6 de junio y dirigirse al Mar de Bering.
El 22 de junio el Shenandoah se encuentra literalmente entre la flota ballenera. Primero son avistados y capturados el William Thompson y el Euphrates. El capitán del primero le insiste a Waddell que la guerra ha terminado, pero no tiene con qué demostrarlo más que su palabra. Waddell decide destruir el barco.
A continuación caen el Milo, el Sophia Thornton y el Jireh Swift. El capitán del Milo repite la historia contada por el del William Thompson. Waddell sigue sin creerlo. Ese mismo día todavía hay tiempo para capturar y destruir el Susan Abigail.
Durante los días siguientes, el Shenandoah más que encontrar se tropieza continuamente con balleneros. El 29 de junio ya lleva 25 barcos capturados. La flota ballenera americana del Pacífico Norte ha quedado prácticamente destruida.
Sin más objetivos al alcance, Waddell decide un plan: atacar nada más y nada menos que San Francisco, que considera pobremente defendida. ¿Era un plan realmente bien concebido? ¿O Waddell busca una excusa para dirigirse hacia Estados Unidos y tratar de obtener más noticias y comprobar lo comunicado por los balleneros?
Sea como sea, de camino a la costa de Estados Unidos, el 2 de agosto se encuentran con un barco inglés, el Barracouta. Uno de los oficiales visita el barco y vuelve cargado de periódicos que confirman que todo está perdido. Lee se ha rendido. Jefferson Davis está encarcelado. Todos los ejércitos del Sur se han rendido y la tripulación del Shenandoah son las únicas personas que quedan en el mundo defendiendo la causa de la Confederación. Ya no tienen país que defender y técnicamente llevan desde abril cometiendo actos de piratería.
Waddell ordena inutilizar los cañones y guardar todas las armas. Ahora queda la duda de qué hacer. Si se dirigen a un puerto americano, pueden ser acusados de piratería y condenados a muerte. Una primera opción es volver a Australia, pero Waddell lo piensa mejor y decide dirigirse a Liverpool, la base no oficial de la Marina Confederada. Volver al origen y entregar allí el barco con honores, no convertido en un vulgar pirata.
No es ni mucho menos un hecho trivial: se trata de deshacer todo el camino hecho desde la partida y con el peligro de encontrarse algún barco de la Unión que trate de darles caza. Pero sorprendentemente, nadie consigue dar con los rebeldes. El 6 de noviembre de 1865 el CSS Shenandoah entra en el Mersey y ancla junto a un barco de guerra británico, el Donegal.
El Capitán Paynter, del Donegal, sube a cubierta y Waddell le hace entrega del barco. La última bandera confederada es arriada por última vez. Waddell desembarca y se dirige al Ayuntamiento de Liverpool, donde entrega al alcalde una carta dirigida al Primer Ministro, Lord Russell, en la que Waddell entrega el barco al Gobierno de Su Majestad. Ahora sí, la Guerra Civil Americana ha terminado.
Quedaba resolver qué hacer con la tripulación. La gran mayoría eran ciudadanos del Imperio Británico, pero sorprendentemente al ser cuestionados todos decían ser de la Confederación… Y la cuestión de los oficiales, estos sí verdaderamente del Sur pero con la duda de si habían cometido o no actos de piratería… Tras varias semanas la Corona Británica decidió que, terminada la guerra, no tenía sentido seguir tratando legalmente la cuestión. Todos los hombres eran libres de ir donde quisieran.
Waddell permaneció en Inglaterra hasta 1875. De vuelta a Estados Unidos, trabajó como capitán de barco hasta su muerte en 1886. Está enterrado en el cementerio de la Iglesia Episcopal de Santa Ana en Annapolis.
¿Y nuestro héroe, el CSS Shenandoah? La Corona Británica hizo entrega del barco a la Marina de Estados Unidos. En pleno invierno se trató de llevarlo a Estados Unidos, pero el mal tiempo lo impidió. Anclado de nuevo en Inglaterra, la Marina terminó vendiéndolo al Sultán de Zanzíbar en 1866, pasando a llamarse El Majidi. El ciclón que asoló Zanzíbar en 1872 hizo que el barco terminara en tierra totalmente destrozado y sin posibilidad de reparación.
La última bandera confederada tuvo mejor suerte. Guardada por uno de los oficiales, fue entregada en 1907 al Museo de la Confederación de Richmond, donde hoy se exhibe.
Despido el artículo con esta canción, que no es sobre el barco, pero sí sobre la tierra que le dio nombre.