«Una mujer de Srebrenica se ahorcó en el bosque junto al campo de refugiados en el que se encontraba». Pasarían semanas hasta que supiéramos toda la dimensión del horror desatado en aquella ciudad.
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Era necesario enviar cascos azules a las zonas seguras, pero a pesar de las buenas palabras iniciales, ningún país estaba muy dispuesto a dejar tropas suyas en una zona totalmente cercada.
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Con unos 7000 proyectiles al día, la gente de Vukovar hizo lo que pudo para sobrevivir en sótanos. No había lugar seguro y, por supuesto, el hospital fue también un objetivo constante de ataques.