En 1989 en Belgrado todo parecía posible y todo se iba a arreglar. La felicidad…
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Nadie quería hablar demasiado del tema, sabiendo que Mama Karasjok fue la excepción a la regla y que decenas de noruegos trabajaron como guardias en el campo y fueron a veces más brutales que los nazis, como queriendo demostrar algo a sus amos.