Las Mociones de Censura son como las abdicaciones papales: raras, y molan.
La falsa moción de censura que hemos visto en el Congreso de los Diputados de Madrid me ha llevado a pensar un poco en las Instituciones, en las personas que hacen uso de las Instituciones, en personas que remodelan las instituciones, y en personas que se cargan las instituciones.
Veréis, yo –que soy muy de ejemplos– siempre he visto las Presidencias como una botella de plástico y, a quien la ocupa, como el líquido que está dentro.
El líquido de dentro puede estar más bueno o menos bueno, ser tóxico, etcétera. Pero no cambia la botella. Sin embargo, hay ciertos líquidos que pueden hacer que se cambie la forma de la botella de plástico (aceite muy caliente), o que directamente se rompa.
Pues con los ocupantes de las instituciones, pasa lo mismo. Hay gente que ocupa una institución otras que les dan cambios con el uso, y otros que la rehacen de arriba abajo. Y un buen ejemplo es la Presidencia del Gobierno.
La Presidencia del Gobierno fue concebida, en un principio, como una suerte de Primer Ministro, o Primus Inter Pares, como fueron Adolfo Suárez (aeropuerto Madrid-Barajas) o Leopoldo Calvo-Sotelo (ningún aeropuerto), pero fue Felipe González el que aumentó el peso específico de la Presidencia, al ser Secretario General de un partido grande y unido, y tener un Vicesecretario y Vicepresidente muy fuertes.
Eso llevó a que, desde entonces y hasta hoy, ese peso específico se ha mantenido hasta hoy. Es un ejemplo de una Institución que cambia a partir de una persona, y esa inercia se mantiene.
Pongamos otro ejemplo: La Presidencia de Estados Unidos. Esa institución está mucho más sedimentada; pero aunque la distancia entre Obama y Trump es de Aurora Boreal, la Institución sigue igual: Trump tiene unos contra poderes enormes, y terminará mal, porque el POTUS es una institución fuerte.
Las instituciones fuertes no solo las hacen las leyes (también pero no solo). Las hacen los «consensos sociales». La ley es importante pero el tema es que las Instituciones y los anexos a ella sean lo suficientemente fuertes como para que, aunque el que ocupa esa institución sea ácido sulfúrico, el continente sea lo suficientemente fuerte para aguantarlo.
Total, que volviendo a la Moción de Censura falsa que hemos tenido estos días –que es como un filibusterismo, al final, pero de otra forma– es un buen ejemplo de usar un método institucional para una razón distinta.
Pero en este caso, el líquido que está usando la Moción de Censura, a pesar de ser salfumán, no va a hacer cambiar la forma de esta institución parlamentaria.
En suma, todo esto nos ha dado un rato muy entretenido al precio de hacer un mal uso de un instrumento constitucional. Pero hay que decir que a Pablo la chaqueta gris le sienta bien.
Foto: Sara