El 15 de septiembre de 1830, tras siete años de obras, tuvo lugar el viaje inaugural de la línea de tren de Liverpool a Manchester. Se planeó una inauguración a lo grande, con diversas locomotoras y numerosos dignatarios, entre ellos el Primer Ministro, el Duque de Wellington, que viajaba con un vagón especial hecho para la ocasión.
La comitiva partió de Liverpool y se hizo una parada en Parkside para abastecer de agua las locomotoras. Aprovechando la parada, diversos dignatarios bajaron de sus vagones a las vías, a pesar de las advertencias de peligro de los maquinistas. Como además había llovido y el terreno estaba lleno de charcos, la mayoría se quedaron sobre las vías (dobles vías, en Inglaterra y en pleno siglo XIX no se planteaban hacer vías únicas, como en cierto país).
Entre los dignatarios, se encontraba William Huskisson, diputado de extensa carrera y famoso por su torpeza. Huskisson además hacía pocos días que había pasado por una operación y los médicos le habían recomendado reposo. Pero la inauguración del tren era un evento importante y además le daba ocasión de ver al Duque de Wellington, con quien había tenido algunas diferencias.
Huskisson caminó por las vías hasta el vagón del Duque, le saludó y le tendió la mano. El Duque devolvió el saludo e iniciaron una conversación. Mientras tanto, los maquinistas vieron que se aproximaba por la otra vía otro de los trenes de la comitiva, tirado por la locomotora Rocket, y avisaron que los dignatarios despejaran las vías. La mayoría volvió a sus vagones o se apartó de las vías, excepto Huskisson, un tal Holmes y un tal Esterhazy.
El vagón del Duque de Wellington, tan especial y ornamentado, no tenía escalones fijos por ser demasiado ancho y se usaba unos escalones de quita y pon en las paradas. Ya los habían retirado, así que era difícil entrar al vagón. Para complicar más las cosas, la locomotora Rocket era experimental y no tenía frenos, se frenaba poniendo la marcha atrás, un proceso lento. El maquinista vio que había gente en las vías y puso la marcha atrás, pero ya era tarde para impedir llegar a la altura del otro tren.
Desde el vagón del Duque cogieron a Esterhazy y lo metieron por una ventanilla. Holmes decidió pegarse al vagón, suficiente para no estar en peligro al haber espacio suficiente. ¿Y Huskisson? Huskisson exhibió una vez más su torpeza. Primero intentó salir de las vías. Se puso nervioso y se dio la vuelta. Volvió a intentar salir de las vías y volvió a darse la vuelta. Intentaron cogerlo desde las ventanillas del vagón pero como estaba tan agitado no hubo manera de izarlo.
Holmes le gritó: “¡Por Dios, Huskisson, mantenga la calma!” y le instó a quedarse pegado al vagón como él. En lugar de eso, Huskisson siguió intentando escalar al vagón y se colgó del pomo de la puerta. El pomo cedió y la puerta se abrió, con Huskisson colgando, directamente en la trayectoria de Rocket. La locomotora se llevó la puerta por delante, lanzó a Huskisson a las vías y le pasó por encima de las piernas, causando unas heridas terribles que horas después le llevaron a la muerte. Huskisson se convirtió así en la primera víctima de un atropello de tren.
No sabemos si hay alguna lección en esta historia. Quizás que ante la adversidad hay que mantenerse firmes y tranquilos. Quizás también que hay que hacer caso a los médicos, sobre todo si son expertos en una materia y tienen una reputación consolidada y hasta han conseguido erradicar una enfermedad. Y sobre todo si la industria de la información lo declara enemigo y sus tertulianos de mierda se permiten el lujo de contradecirle o discutirle. Sobre todo si son tertulianos cuyos méritos son escribir libros de lo suyo o perder unas elecciones al Ateneu.
Cuidaos mucho y cuidad de los vuestros y disfrutad todo lo que se pueda estos días con calma y firmeza. Y alquitrán y plumas para la industria de la información. Nos vemos en unos días.