Colonización de Palestina
El acuerdo con los árabes es imposible en estos momentos
El Sionismo debe avanzar
Es una norma excelente comenzar un artículo con el punto más importante. Pero esta vez considero necesario comenzar con una introducción, más aún, con una introducción personal.
Se dice que soy un enemigo de los árabes que quiere expulsarlos de Palestina, etcétera. Pero no es cierto.
Emocionalmente, mi actitud hacia los árabes es la misma que hacia el resto de naciones: una educada indiferencia. Políticamente mi actitud viene determinada por dos principios. El primero es que considero totalmente imposible expulsar a los árabes de Palestina. Siempre habrá dos naciones en Palestina. Y me parece bien si los judíos pasan a ser la mayoría. Y el segundo es que pertenezco al grupo que hace tiempo planeó el Programa Helsingfors, el programa de derechos nacionales para todas las nacionalidades que vivan en el mismo Estado. Al elaborar aquel programa no pensábamos solo en los judíos, sino en todas las naciones en cualquier parte, y su base es la igualdad de derechos.
Estoy dispuesto a hacer un juramento vinculante para nosotros y nuestros descendientes de que nunca haremos nada contrario al principio de igualdad de derechos y que nunca intentaremos expulsar a nadie. Me parece un credo bastante pacífico.
Pero es otra cuestión si es siempre posible conseguir un objetivo pacífico por medios pacíficos, ya que la respuesta a esta pregunta no depende de nuestra actitud hacia los árabes, sino de la actitud de los árabes hacia nosotros y hacia el sionismo.
Y tras esta introducción podemos pasar al asunto.
Un acuerdo voluntario es imposible
No puede haber un acuerdo voluntario entre nosotros y los árabes de Palestina. Ni ahora ni en el futuro. Lo digo con esta convicción no porque quiera hacer daño a los sionistas moderados. No creo que les haga daño. Salvo los que nacieron ciegos, ya hace tiempo que se dieron cuenta de que es absolutamente imposible que los árabes de Palestina acepten voluntariamente que “Palestina” pase de ser un país árabe a ser un país con una mayoría judía.
Mis lectores tienen una idea general de la historia de la colonización de otros países. Sugiero que tengan en cuenta todos los procedentes que les son familiares y que miren si ha ha habido algún caso de colonización llevada a cabo con el consentimiento de la población nativa. No existe tal caso.
Las poblaciones nativas, civilizadas o sin civilizar, siempre se han resistido firmemente a los colonos, sin importar si son civilizados o salvajes.
Y nunca ha supuesto una diferencia que los colonos se comportaran decentemente o no. Los compañeros de Cortés y Pizarro o -como nos recuerdan algunas personas- nuestros propios ancestros dirigidos por Joshua Ben Nun, se comportaron como bandoleros; pero los Padres Peregrinos, los primeros pioneros de América del Norte, eran personas de la más alta moralidad que no querían hacer daño a nadie, ni mucho menos a los indios. Y creían honestamente que había espacio suficiente en las praderas tanto para los rostros pálidos como para los pieles rojas. Y aún así la población nativa luchó con la misma ferocidad tanto contra los colonos buenos como contra los malos.
Toda población nativa, civilizada o no, considera sus tierras su hogar nacional y se considera la única dueña y siempre quiere conservar ese control; se negará a admitir tanto a nuevos amos como a nuevos socios o colaboradores.
Los árabes no son estúpidos
Esto se aplica también a los árabes. Nuestros pacifistas intentan persuadirnos de que los árabes o son tontos a los que podemos engañar ocultando nuestro objetivo real o son corruptos y se les puede sobornar para que nos entreguen su demanda de prioridad en Palestina a cambio de ventajas culturales y económicas. Rechazo esta manera de concebir a los árabes de Palestina. Culturalmente van quinientos años atrasados con respecto a nosotros, no tienen ni nuestro aguante ni nuestra determinación; pero son tan buenos psicólogos como nosotros y sus mentes se han visto afinadas como las nuestras por siglos de una sutil logomaquia. Podemos decirles lo que sea sobre la inocencia de nuestros objetivos, podemos rebajarlos y endulzarlos con palabras melosas para hacerlas aceptables, pero saben lo que queremos al igual que nosotros sabemos lo que no quieren. Sienten el mismo celoso amor instintivo por Palestina como el que sentían los antiguos aztecas por México o los sioux por sus praderas.
Imaginar, como hacen nuestros arabófilos, que aceptarán voluntariamente que se lleve a cabo el plan del sionismo a cambio de las mejoras morales y materiales que los colonos judíos traerán consigo es un concepto pueril que en el fondo contiene un cierto desprecio hacia el pueblo árabe. Desprecian a la raza árabe, la consideran una masa corrupta que se puede comprar y vender y que está dispuesta a entregar su tierra natal a cambio de un sistema ferroviario.
Todos los nativos se resisten a los colonos
No hay nada que justifique esa creencia. Es posible que algunos árabes individualmente acepten sobornos. Pero eso no quiere decir que todo el pueblo árabe de Palestina en conjunto vaya a vender ese ferviente patriotismo que guardan tan celosamente y que no venderían ni los papúes. Todas las poblaciones nativas del mundo se resisten a los colonos mientras tengan la más mínima esperanza de poder deshacerse del peligro de ser colonizados.
Eso es lo que están haciendo los árabes en Palestina y lo que seguirán haciendo mientras quede un mínimo atisbo de esperanza de que podrán impedir la transformación de “Palestina” en la “Tierra de Israel”.
Comprensión árabe
Algunos de nosotros han creído que todo el problema se debe a un malentendido. Los árabes no nos han entendido y es el único motivo por el que se resisten. Si les dejamos claras que nuestras intenciones son muy moderadas, de inmediato nos tenderán la mano.
Esta creencia no tiene ninguna base y se ha demostrado una y otra vez. Pondré tan solo un ejemplo de muchos. Hace unos años, en una de las periódicas visitas a Palestina del difunto Sr. Sokolov, dio un discurso sobre esta cuestión del “malentendido”. Explicó de manera lúcida y convincente que los árabes se equivocan terriblemente al pensar que tenemos algún deseo de privarles de sus posesiones o de expulsarles del país o que queremos oprimirles. Ni siquiera hemos pedido que sea un gobierno judío el que controle el Mandato de la Liga de Naciones.
Uno de los diarios árabes, “El Carmel” respondió entonces en una editorial que decía así:
Los sionistas hablan por hablar. No hay ningún malentendido. Todo lo que dice el Sr. Sokolov sobre las intenciones sionistas es cierto, pero los árabes lo saben sin necesidad de que se lo diga el Sr. Sokolov. Por supuesto, los sionistas no pueden estar pensando ahora en echar a los árabes del país o en oprimirles, ni en tener un gobierno judío. Es muy obvio que solo les preocupa ahora una cosa, que los árabes no frenen su inmigración. Los sionistas nos aseguran que incluso la inmigración será regulada estrictamente según las necesidades económicas de Palestina. Los árabes nunca lo han dudado: es una afirmación banal porque no habría inmigración de ninguna otra manera.
No hay “malentendido”
Este editor árabe estaba dispuesto a aceptar que Palestina tiene una gran capacidad de absorción potencial y que por tanto hay espacio en el país para un gran número de judíos sin necesidad de desplazar ni un solo árabe. Los sionistas solo quieren una cosa y es justo la cosa que no quieren los árabes, ya que es la forma en la que los judíos gradualmente se convertirán en la mayoría, lo que vendría seguido automáticamente de un gobierno judío, y entonces el futuro de la minoría árabe dependería de la buena voluntad de los judíos. Y ser una minoría no es algo bueno, como no se cansan nunca de señalar los propios judíos. Así que no hay ningún “malentendido”. Los sionistas solo quieren una cosa, inmigración judía; y los árabes no quieren esta inmigración judía.
La declaración de su postura por parte del editor árabe es tan lógica, tan obvia, tan indiscutible, que todo el mundo se la debería aprender de memoria y debería ser la base de todos nuestros debates futuros sobre la cuestión árabe. No importa en absoluto la fraseología que empleemos al explicar nuestros objetivos de colonización, ya sea la de Herzl o la de Sir Herbert Samuel.
La colonización se explica por sí sola y es la única explicación posible, inalterable y tan clara como la luz del día para cualquier judío normal y corriente y para cualquier árabe normal y corriente.
La colonización solo puede tener un objetivo y los árabes de Palestina no pueden aceptarlo. Es la naturaleza básica de las cosas y en este aspecto en particular no se puede cambiar la naturaleza.
El muro de hierro
No podemos ofrecer ninguna compensación adecuada a los árabes palestinos a cambio de Palestina. Y por tanto no hay ninguna posibilidad de alcanzar un acuerdo voluntario. Así que los que consideran ese acuerdo una condición sine qua non para el sionismo ya pueden decir “non” y abandonar el sionismo.
La colonización sionista o bien ha de parar o bien ha de proceder sin tener en cuenta a la población nativa. Lo que quiere decir que puede proceder y desarrollarse bajo la protección de un poder independiente de la población nativa: bajo un muro de hierro que la población nativa no pueda romper.
Esa es nuestra política árabe. No la que deberíamos adoptar, sino la que es, lo admitamos o no. ¿Qué necesidad hay si no de la Declaración Balfour? ¿O del Mandato? Su valor para nosotros es que un poder externo se ha propuesto crear en el país unas condiciones de administración y seguridad tales que si la población nativa quiere frenar nuestro trabajo, verán que es imposible.
Y todos nosotros sin excepción estamos exigiendo un día tras otro que este poder exterior lleve a cabo su trabajo vigorosamente y con determinación.
En este aspecto no hay diferencia entre nuestros “militaristas” y nuestros “vegetarianos”. Con la excepción de que los primeros prefieren que el muro de hierro esté formado por soldados judíos y a los otros les basta con que sean británicos.
Todos exigimos que haya un muro de hierro. Pero seguimos tirando piedras contra nuestro propio tejado hablando de un “acuerdo” que implica decirle al Gobierno del Mandato que lo importante no es el muro de hierro sino debatir. Esta retórica vacía es peligrosa. Y es por ello que no solo es un placer sino además un deber desacreditarla y demostrar que es fantasiosa y deshonesta.
El sionismo es moral y justo
Dos observaciones breves:
En primer lugar, si alguien afirma que este punto de vista es inmoral, le responderé: no es verdad. El sionismo, o es moral y justo, o es inmoral e injusto. Pero es una cuestión que deberíamos haber aclarado antes de hacernos sionistas. Ya hemos resuelto esta cuestión y de manera afirmativa.
Afirmamos que el sionismo es moral y justo. Y dado que es moral y justo, se ha de hacer justicia, sin importar si están de acuerdo o no Josef, Simón, Iván o Ahmed.
No hay otra moralidad.
Acuerdo eventual
En segundo lugar, esto no quiere decir que no se pueda llegar a ningún acuerdo con los árabes de Palestina. Lo que es imposible es un acuerdo voluntario. Mientras los árabes sientan que hay la más mínima posibilidad de librarse de nosotros, no cejarán en esta esperanza a cambio de palabras bonitas o de pan y mantequilla, porque no son una turba, sino un pueblo vivo. Y un pueblo vivo cederá en cuestiones de un carácter tan vital solo cuando ya no quede ninguna esperanza de librarse de nosotros porque no podrán romper el muro de hierro. Y hasta entonces no abandonarán a sus líderes extremistas y su lema “¡Nunca!”. Entonces el liderazgo pasará a los grupos moderados, que nos harán una propuesta que deberemos aceptar haciendo concesiones mutuas. Y solo entonces podremos debatir cuestiones prácticas honestamente, como una garantía contra el desplazamiento árabe o derechos iguales para los ciudadanos árabes o la integridad nacional árabe.
Y cuando eso ocurra estoy convencido de que los judíos estarán dispuestos a darles garantías satisfactorias para que ambos pueblos puedan vivir en paz como buenos vecinos.
Pero la única manera de llegar a ese acuerdo es el muro de hierro, es decir, un poder fuerte en Palestina que no ceda a las presiones árabes. En otras palabras, la única manera de llegar a un acuerdo en el futuro es abandonar toda idea de llegar a un acuerdo en este momento.
Ze’ev Jabotinsky, 4 de noviembre de 1923
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