Nikko es un pequeño pueblo a no demasiada distancia de Tokyo con un gran atractivo turístico, sobre todo por el santuario de Toshogu. La oferta de restauración es por tanto abundante y cual Rambles la calle principal está llena de los equivalentes japoneses del paellador y la sangría. Entre todos llamaba la atención uno llamado Bar de Nikko, así tal cual, en castellano en el original como ponían aquellas notas al pie, así que directos que fuimos.
Si entráis en el Bar de Nikko y no está el dueño, no tenéis que preocuparos. Vosotros os quedaréis en la puerta, con los parroquianos mirándoos fijo con cara de “¿qué hacéis aquí?”. Pero superado el susto inicial, los parroquianos se apresurarán a indicaros un sitio para sentaros, uno se meterá detrás de la barra para daros una carta y algún otro se irá a la trastienda a buscar al dueño.
Como es habitual en la restauración japonesa, con suerte entre todos los presentes en el local se saben cuatro palabras en inglés. Pero los gestos siempre funcionan y aquí hay carta en inglés y fotos. Así que otra prueba superada y aquí viene la sorpresa del nombre: efectivamente, es un bar de tapas, con tapas japonesas y tapas occidentales. El motivo nunca lo sabremos. Seguramente el dueño tendría una historia interesante que contar de algún viaje por Europa descubriendo platos, pero la barrera del idioma lo impide.
La cortesía japonesa cómo no hace milagros. ¿Que quieres otra bebida y el dueño está ocupado? Pues el parroquiano más cercano se cuela (otra vez) en la barra y te la sirve. ¿Que el parroquiano que tienes al lado se pone a fumar mientras comes? Ningún problema, el resto de parroquianos le dirigen gestos y expresiones de desaprobación y el fumador se cambia de sitio. ¿Que llegan más guiris? Ningún problema, a estos no les dejan entrar. Tal cual. Mientras estuvimos allí, llegaron otras dos parejas de turistas extranjeros y con gestos les indicaron que no podían cenar allí. No sabemos si es que nosotros les caímos bien por algo y los otros no. O quizás tienen un aforo máximo de dos extranjeros y no se ven capaces de gestionar más gente desorientada.
Y aquí viene el momento en el que se cierra el círculo del mundo globalizado. Te ha hecho gracia ver que hay gambas al ajillo en la carta y las pides. Y resulta que están buenísimas. Y el dueño te ve, dice un “ah” de esos “ah” japoneses y se va a la trastienda. Y al momento aparece con una barra de pan, te la da y con gestos te va explicando lo bueno que es mojar pan en el aceite. Un japonés te lo está explicando a ti. Que eres de donde se inventaron las gambas al ajillo. En un bar en un pueblo en las montañas Ashio.
NOTA: la experiencia psicodélica del Bar de Nikko mejora aún más con un Strong Zero. Llegas muerto de sed, te apetece un refresco, lo ves en la carta pensando que es algún tipo de refresco de limón y lo pides. Y está muy frío. Y te bebes la lata casi en un trago. Y entonces miras la etiqueta y ves que no es solo un refresco de limón. Tiene 9 grados de alcohol. Y además se congela a -196 grados de temperatura o eso dice la etiqueta. Diversión asegurada.