Un nuevo fantasma recorre Europa. Esta vez en forma de nueva ola de imperialismo cultural, en forma de acampadas universitarias en favor de Palestina, por la paz y en contra del «genocidio palestino». Sin embargo, existen un número de problemas con esta forma de protesta, además del uso de de ciertas palabras que hoy no comentaremos.

Portalada de l'edifici d'Escuelas Mayores, Universitat de Salamanca
Dos imperialistas que colonizaron la peninsula ibérica y protagonizaron el mayor genocidio cultural de su historia. Esto no interesa a los campistas modernos ni genera protestas de ningún tipo. Fuente: Wikimedia

El más apremiante, es que la mayoría de esas acampadas por la paz terminan en violencia. Ya sea violencia física contra alumnos judíos, que han tenido que refugiarse, esconderse o directamente abandonar los campus. O violencia contra los edificios y el mobiliario de las universidades, usando elementos físicos para crear barricadas, haciendo pintadas y degradando espacios, en ocasiones con siglos de historia. Pero también han acabado ejerciendo violencia callejera, de forma que la policía ha terminado interviniendo.

La segunda línea problemática es un poco más conceptual.  Los estudiantes acampados protestan contra un «un sistema colonial», y lo hacen estando colonizados mentalmente por la cultura norteamericana. Las acampadas que hemos visto en Europa son una mera imitación de aquello que los estudiantes han visto, a través de redes sociales, que sucedía en América del Norte. Y lo están haciendo igual que llegó a España el «Black Lives Matter» —que sí, importan—, cuando lo propio aquí hubiera sido transponer el problema a nuestra realidad, e hincar la rodilla por la discriminación racial peninsular por excelencia, que son los gitanos. Pero los gitanos, en España, no le importan a nadie y menos aún a los indignados estudiantes universitarios de Twitter.

De esa mezcla conceptual sin sentido surge una de las demandas más fascinantes de los acampados en España. En concreto, los de la Universidad de Salamanca, la primera del Estado español y una de las primeras en toda Europa. Agárrense bien, que esto es galáctico: los «acampados por Palestina» han cuestionado la existencia del Área de Estudios Hebreos y Arameos de la Universidad de Salamanca. 

Terminado el párrafo, les dejo unos momentos de recuperación.

 Una vez recuperado el aire, sigo. Nadie nace enseñado, y la Universidad está para aprender. Con ese objetivo empezó la Cátedra de Trilingüe (hebreo, arameo y árabe) en 1381, y así aparece en las Constituciones que el papa Benedicto XIII concedió a la Universidad en junio de 1411.

Para que el lector no especializado comprenda mejor lo surrealista del tema: los Estudios Hebreos y Arameos en la Universidad de Salamanca ya existían dos siglos antes de la expulsión de 1492. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Exigir que la Universidad pida perdón por el pasado colonial de los reinos cristianos tras la conquista de Granada? ¿Pedir el borrado de las letras hebreas que aparecen en algunos muros del campus histórico? Confieso que me da miedo escribir esta frase, no vaya a ser que los acampados tengan conocimiento de su existencia.

Como decía, nadie nace enseñado. Pero eso no debería ser impedimento para interesarse un poco por la historia de las instituciones con las cuales alguien tiene o quiere establecer una relación. Los Estudios Hebreos, Arameos y Árabes forman parte del núcleo fundacional de la Universidad de Salamanca. Cuestionar su existencia a raíz de un conflicto moderno en Oriente Medio demuestra un completo desconocimiento, no solamente de la historia de la Universidad, sino especialmente de la historia de Europa en general, y de nuestro país en particular.

Pero si la curiosidad intelectual que debe llevarnos a la mejora falla y no interesa a mis colegas universitarios, les emplazo a escuchar con atención la letra de una canción que, seguramente, suene en sus reproductores. En «Redemption song» de Bob Marley —iron, lion, Zion, cuidado que igual Marley nos salió sionista—, el cantante americano emplaza a «emanciparse de la esclavitud mental. Solo nosotros mismos podemos liberar nuestras mentes». La descolonización puede estar muy bien, pero siempre empezando por nosotros mismos y analizando las razones que nos mueven. El resto solamente nos lleva a hacer el ridículo. Porque cuestionar los Estudios Hebreos en la USAL es hacer el ridículo, a lo grande.

Ahora, que estamos en periodo vacacional y los campistas universitarios se marcharon —muchos con el objetivo cumplido de saltarse los exámenes—, ahora que tenemos silencio y la bislioteca está vacía, les emplazo a cultivarse, a estudiar un poco. Que hay que estudiar, porque el estudio no se hace solo.

Pueden leer sobre la colonización cristiana de la península Ibérica, completada en enero de 1492. O sobre las llamadas religiosas al genocidio musulmán, por ejemplo en la Batalla de Clavijo. Otro tema interesante es el genocidio cultural y saqueo económico con la expulsión de los judíos en los reinos hispánicos, en verano de 1492. También les recomiendo el otro gran genocidio cultural que representa la expulsión de los moriscos, en la primera década de 1600. Pero si realmente quieren hacerse los interesantes este verano, lean sobre la Gran Redada. Aunque tengo que advertirles que trata de gitanos muertos. Junto con los judíos muertos, son dos temas que, cuando aparecen en la prensa, en vez de montar un camping de ideología trasnochada, muchos responden «algo habrían hecho».

La vacuidad y el ayuno intelectuales son lo que lleva de esta respuesta a, por ejemplo, cuestionar uno de los pilares fundacionales de la Universidad de Salamanca, con la excusa del colonialismo sionista, explicado en redes sociales de América del Norte.

Tengan un feliz verano, y no sean víctimas del sentimiento de culpa americano. En Europa, en España —y seguramente en su propia ciudad— hay ejemplos de sobra. Solo hay que salir a la calle y mirar.