Poco antes de las 5:30 de la mañana del 9 de abril de 1917 las baterías de artillería británicas de la posición entre Achicourt y Agny iniciaron el bombardeo de cobertura que iba a preceder el ataque con el que comenzaría la Batalla de Arras.
Ser artillero había dejado de ser el trabajo cómodo, seguro y de retaguardia que había sido hasta entonces. Los cañones eran mucho más precisos y la munición más letal, lo que había hecho posible desarrollar el concepto de «contra-artillería», es decir, atacar la artillería enemiga para neutralizarla, tanto con munición de gran calibre para destruir los cañones como con munición de pequeño calibre destinada a matar a los artilleros.
Los alemanes habían logrado una letal precisión en este segundo aspecto y apenas dos minutos después del comienzo del bombardeo llegaba una llamada con malas noticias al comandante de la batería. Los alemanes habían atacado el puesto de observación que dirigía el fuego y habían acabado con la vida del oficial al mando con una «pip-squeak», un proyectil de 77 mm que le había atravesado limpiamente el pecho. El oficial muerto era el teniente Edward Thomas, de Lambeth.
Había muerto así apenas comenzada la batalla un soldado. ¿Pero realmente había muerto un soldado? Porque quizás era más bien un poeta de los que serían incluidos en el grupo de los «Poetas de la Gran Guerra». Aunque en sus poemas apenas se mencionaba la guerra. Y de hecho no había empezado a escribir poesía hasta dos años antes.
Quizás el que había muerto era un escritor, pero su narrativa era escasa, había escrito más bien literatura de viajes que no acababan de ser guías de viajes. Quizás era más bien un crítico literario, pero era un trabajo que no hacía por vocación sino por la obsesión de mantener a su familia. Porque también era un padre y esposo, aunque era incapaz de soportar el ruido de sus hijos cuando tenía que trabajar y aunque hacía años que había dejado de amar a su mujer y se sentía asfixiado por la vida familiar.
¿Quién era realmente la persona que había muerto el 9 de abril de 1917?
Edward Thomas nació en 1878 en Lambeth, hoy un municipio integrado en Londres, hijo del funcionario Philip Henry Thomas y de Mary Elizabeth Thomas. La familia estaba adscrita a la iglesia unitarista, estrictos y abstemios, lo que crearía en el joven Thomas un espíritu de frugalidad y de resistencia a las penalidades que duraría toda su vida.
Ya en su infancia comenzó también a manifestarse una característica de su personalidad que le afectaría toda la vida: una constante diferencia entre lo que sentía Thomas y lo que sentía su entorno. Así por ejemplo si tomamos las memorias de Thomas y vemos lo que cuenta de su infancia, no tiene un recuerdo especial o cariñoso de momentos y juegos con sus hermanos. Sin embargo sus hermanos, que además eran más pequeños, recuerdan perfectamente grandes momentos de juego y diversión.
Lo mismo ocurriría en la escuela. En las diferentes escuelas a las que asistió Thomas siempre se sintió aislado y solitario, aunque sin motivo. Siempre fue apreciado por compañeros y profesores, un alumno brillante y tranquilo, un gran compañero de juegos…
A pesar de sus sentimientos y carácter, Thomas logró entablar algunas amistades duraderas que llegarían a su edad adulta, tanto compañeros de su edad como personas mayores. Son amistades, además, que le llevaron a comenzar a descubrir la gran pasión de su vida: la naturaleza y el entorno que le rodeaban en el sur de Inglaterra, así como en Gales, de donde era originaria la familia y lugar en el que pasó varios veranos de su infancia.
Estos viajes a Gales se complementaron también con las visitas a la casa de los abuelos paternos en Swindon, Wiltshire, donde Edward con 10 años salió de la «jaula» de Londres y descubrió no solo un paisaje de campos y bosques, sino también formas de vida diferentes a las de la gran ciudad: vigilantes de cotos, furtivos, mendigos, gitanos…
La pasión por la naturaleza le llevó a interesarse por autores como Richard Jefferies, el «padre» de la escritura sobre la naturaleza y el campo ingleses. Thomas empezó a tomar notas y a probar a escribir ensayos al estilo de Jefferies y a querer moverse en círculos literarios. Esto no era del todo del agrado de su padre, pero tampoco le prohibió seguir adelante y además de revisar y comentar los primeros textos de Edward, le ayudó a establecer contactos. Gracias a esos contactos Edward conoció al periodista y editor James Ashcroft Noble, que admiró mucho sus escritos y le animó a continuar.
Thomas tenía un interés más en el contacto con Noble: su hija, Helen. La atracción era mutua, como cuenta Helen en su autobiografía:
Mi padre nos presentó y se cruzaron nuestras miradas: los ojos grises y solemnes del chico algo sombreados por párpados caídos con largas pestañas. No sonrió, pero me miró atentamente, y yo a él al darme la mano firmemente durante un buen rato… Pensé que era tímido, que no sabía desenvolverse y que era demasiado callado, pero me gustó y quise verle de nuevo.
Helen Thomas, As it Was (1926)
Pronto iniciaron un noviazgo muy desinhibido para la época, ayudado por el apoyo de Ashcroft Noble al movimiento de la «Nueva Mujer», que permitió a sus hijas disfrutar de ciertas libertades inusuales para la época.
A pesar de estos «escarceos literarios» la vida de Edward parecía que iba a seguir el camino prefijado del hijo de un funcionario de la Corona británica: seguir los pasos de su padre y «heredar» la plaza. Pero Edward ya había probado el camino de la literatura y tras mucho insistir, su padre accedió a que estudiara Historia y Literatura en Oxford en el Lincoln College.
Los años de Oxford fueon un absoluto desenfreno: alcohol, opio y sexo con Helen. En 1899 Helen se quedó embarazada y la pareja decidió casarse en secreto y meses después contarle a la familia lo que ha pasado. Era imposible tratar el tema con la madre de Helen, que siempre se había opuesto a la relación y más desde la muerte de su marido James en 1896.
Por contra, los padres de Edward aceptaron la situación y acogieron de buen grado a Helen en su casa durante el embarazo y el parto. Helen dio a luz a un niño y comenzaron una costumbre que siguieron con todos sus hijos, ponerles un nombre tradicional galés. En el caso del primogénito, sería Merfyn.
En apenas cuatro años Edward había pasado de ser un estudiante adolescente a un padre de familia. Su obsesión por el dinero y por mantenerles comenzó aquí y llegó hasta el final de sus días. Y comenzó así otro de los conflictos mentales que le acompañaron toda su vida. Estaba contento de tener esposa e hijo, pero por otro lado se sentía atrapado y sentía que sus responsabilidades le impedían alcanzar sus objetivos vitales. Y por primera vez, algo que también se iría repitiendo cíclicamente, amenazó con suicidarse.
Necesitado así de un trabajo, aceptó hacer revisiones de libros para varias revistas literarias. Fue su principal actividad profesional, a la que no se dedicó por vocación pero en la que desarrolló una labor concienzuda y detallista. En 17 años escribió miles de revisiones que suponían muchas veces no solo leer el libro a revisar sino otros libros referenciados por el autor o del autor. Esto convierte sus críticas y revisiones en trabajos de una talla excepcional, innovadores en su estilo y que además permitieron dar el paso a la fama a autores como Walter de la Mare, W. H. Davies y Robert Frost.
Los Thomas se instalaron en un piso en Londres que no era del todo agradable. Los ánimos de Edward no ayudaban tampoco, pasando de la alegría a la depresión continuamente. No contentos con vivir en la ciudad y creyentes como eran en los principios recientemente surgidos que decían que a un niño hay que criarlo en el campo, se pusieron a buscar casa en Kent.
Y así los Thomas hicieron la primera de muchas mudanzas a una casa llamada Rose Acre. Con ese nombre esperaban algo romántico, pero resultó ser una casa sombría y destartalada. Los ánimos de Edward no mejoraron, pero al menos pudo refugiarse en la jardinería y en los paseos por el campo. El vecindario resultó afortunadamente concordante con las pasiones de Edward. Así por ejemplo uno de los vecinos le mostró mapas antiguos con senderos ya perdidos que Edward se puso de inmediato a explorar.
En este punto la historia de Edward Thomas podría haber sido una historia privada que ya nadie recuerda. Quizás quedaría alguna nota en alguna revista literaria haciendo referencia a «Edward Thomas, un crítico literario de gran renombre del periodo anterior a la Gran Guerra». Pero Thomas no iba a ser tan solo un crítico literario.
A pesar de su constante y agotador trabajo, conseguía entre crítica y crítica ir elaborando su propia obra. Y así en 1902 se publicó Horae Solitariae, una colección de ensayos sobre Oxford y sobre la vida en Londres y en Kent. Es una obra de poco éxito entonces, «demasiado moderna y experimental». Pero es una obra que demuestra que Thomas no era un mero observador de paisajes, que no se limitaba a describirlos.
A lo largo de una cierta distancia los pinos, con su sonido invernal que nunca cesa y alternándose con grisáceos robles, formaban una hilera al borde del camino.
Febrero en Inglaterra, Horae Solitariae
En 1903 Helen dio a luz a una niña, Bronwen. La relación de Edward con Bronwen fue muy diferente a la que tenía con su hijo Merfyn. Merfyn se parecía demasiado a Edward, así que no se comunicaban bien. En cambio Bronwen era extrovertida y se complementaban perfectamente. No le gustaban los paseos largos que daba su padre, pero sí las flores. Edward estaba fascinado con ella y en su diario anotaba continuamente anécdotas.
Así por ejemplo cuenta cómo Bronwen coge una rosa salvaje y cuando la flor se rompe, exclama: «Se ha roto, se ha ido ido ido». Años más tarde este momento, recuperado por Edward de sus notas, inspiraría el poema Gone, gone again.
Los apuros económicos que impedían a los Thomas buscar una casa más agradable se solucionaron con el encargo del libro Oxford. En 1903 la Editorial A. & C. Black tuvo la idea de publicar una serie de ilustraciones de Oxford y necesitaba un texto para acompañarlas. El trabajo fue encargado a Edward. Disponía de poco tiempo y además no tenía libertad creativa al tener que ajustarse a las ilustraciones, pero el encargo proporcionó una buena suma de dinero. Y así, los Thomas prepararon otra mudanza, esta vez a Ivy Cottage, en Steep, Hampshire.
Los problemas continuaron. La compañía de Helen no satisfacía a Edward, pero la necesitaba. La compañía de amigos hombres le satisfacía plenamente, aunque no se trataba de nada sexual. Y con los niños tenía problemas como los que tenía con Helen. Edward tenía horribles ataques de ira cuando hacían ruido mientras trabajaba.
Pero por otro lado quería pasar tiempo con ellos. Los arrebatos de ira llegaban a crear situaciones lamentables, con Edward rompiendo platos o tirando del mantel de la mesa puesta. Helen siempre se mostraba comprensiva y eso no ayudaba, porque no hacía más que reforzar el comportamiento de Edward.
«Ojalá pudiera enfadarme con él para frenarle»
Creyendo de nuevo que los problemas los causaba el entorno, los Thomas probaron en 1905 con una nueva mudanza, esta vez a Elses Farm. Se trataba de una casa en medio de los terrenos de una granja en activo. Toda la familia disfrutó mucho aprendiendo de la vida rural y Edward aprendió cosas que diez años después se vieron reflejadas en sus poemas.
Y cómo no, la mudanza no solucionó el estado de ánimo de Edward. Comenzaron las ausencias de casa para tratar de librarse «de la melancolía y la angustia que le impiden trabajar». Edward a veces se alojaba en Londres, a veces en casas de amigos… Las estancias duraban semanas o meses, hasta que llegaba el punto en el que Edward añoraba demasiado a su familia y volvía a casa… Para volver a repetirse la situación y comenzar otra estancia fuera.
Y llegó otra obra de encargo. A. & C. Black quiso repetir el modelo de Oxford con una obra sobre Gales, Beautiful Wales. Edward solo tuvo tres meses de plazo, pero consiguió escribir el texto. Y lo que iba a ser una simple guía de viajes se convirtió en esto:
Durante medio día hubo un mundo de nieve, una miríada de copos cayendo, una miríada elevándose y nada más que el sonido de ríos. Y después un mundo de verdes colinas ondulantes que sonreían en el seno de las montañas grises, sobre las que se movían grandes nubes, a veces tumultuosas y grises, a veces blancas y lentas, pero siempre bordeadas de fuego. Cuando la nieve llegaba, las montañas se disolvían y desaparecían. Cuando las montañas renacían de entre la nieve, la nieve parecía haber pulido la hierba y haber puesto una dulzura más aguda en la canción del zorzal y la llamada del zarapito.
Las imágenes evocadas son fascinantes. No es una mera descripción, es toda una experiencia sensitiva que nos permite oír, oler y tocar el paisaje. No es un paisaje como mero lugar, es un paisaje según lo vivido y lo meditado por el caminante que lo ha recorrido.
No era precisamente lo que A. & C. Black esperaba para su libro, pero no quedaba más remedio que seguir adelante y publicarlo. Y aunque la obra fue recibida por el público con extrañeza, se apreció de todas formas la belleza del texto. Comenzaba a quedar claro el estilo e intenciones de Edward Thomas con su obra.
Y de hecho, a pesar de la confusión que causó Beautiful Wales, Edward Thomas recibió otro encargo, un libro que se titularía The Heart of England. Sorprendentemente, aunque esta vez se trataba de un libro que Thomas realmente quería escribir y aunque disponía de más libertad creativa, tuvo problemas para alcanzar las 65 000 palabras acordadas con el editor.
El texto está poco hilvanado, hay mezclas de estilos y temas e incluso algún texto de relleno sobre Gales. Ni él ni la crítica quedaron satisfechos con la obra, aunque hay fragmentos de gran valor que apuntan al lenguaje poético que Thomas desarrolló más adelante, y en los que demuestra que es un maestro no solo del paisaje, sino también de quienes lo habitan y su experiencia vital.
Había sido una mujer alta y se tenía que agachar al pasar por el marco de la puerta: ahora ya no llegaba. Y es que cada día iba muchas veces al dulce arroyo a un cuarto de milla de distancia porque prefería darle esa agua a las vacas y no el licor gris de la charca de al lado. Así acabó doblada como la rama de un roble de la que se cuelgan los niños, o como un espino que siente el viento del oeste en la colina o la costa.
The Heart of England, capítulo XXV: «Hijos de la Tierra»
Mientras Edward estaba ocupado con su trabajo, Helen estuvo buscando una buena escuela para Merfyn, ya que con 7 años ya no podían ocuparse ellos de su formación en casa, que además últimamente recaía del todo en Helen por la poca paciencia de Edward. Helen encontró la escuela ideal en Steep, donde ya habían vivido y de paso una nueva casa a la que mudarse. Y así, en noviembre de 1906, un mes después de la publicación de The Heart of England, los Thomas volvieron a Hampshire y se instalaron en Berryfield Cottage, la que según Edward y Helen fue la casa más hermosa en la que vivieron.
Edward continuó la exploración de caminos. Hizo intentos de hacer recorridos largos, pero a veces los planes se veían frustrados por el cansancio y las ampollas, causadas muchas veces por querer ahorrar y usar calzado barato. Pero al menos consiguió dar de vez en cuando largos paseos y pasar unas cuantas noches al raso, viviendo plenamente el paisaje que tanto admiraba.
Algunos de estas caminatas fueron con una nueva amistad, un hasta entonces desconocido autor llamado Walter de la Mare. Thomas reconoció el gran valor de la obra de de la Mare, y lo convirtió en objeto de varios de sus artículos. Años después, de la Mare se convertiría en un escritor famoso y acaudalado, mientras que Thomas pasó su vida siempre pendiente de ganar dinero y en una relativa oscuridad.
El siguiente encargo que recibió Edward fue una antología poética. Y elaboró la antología que él personalmente habría querido tener, con el título de Pocket book of Poems and Songs for the Open air. Algunos de los autores seleccionados eran conocidos por el público, otros aún desconocidos, como de la Mare. La inseguridad de Thomas siempre le hizo pensar que se había «pasado de la raya» en la selección y que era demasiado personal, pero lo cierto es que el libro no fue descatalogado hasta 1950.
Y su admiración por Richard Jefferies cristalizó en un encargo de ensueño, su biografía. Edward afrontó el proyecto con gran ilusión, con visitas al Wiltshire natal de Jefferies, entrevistas con personas que lo conocieron… Pero finalmente para disgusto de Thomas tuvo que tirar mucho de citas del propio Jefferies para completar la biografía. La crítica sin embargo aceptaría la calidad de la obra, aunque vista con ojos modernos, tenemos que estar de acuerdo por esta vez con las aprensiones de Thomas.
Llegamos así a 1908. A través de una familia amiga, los Hootons, los Thomas conocen a unos parientes de aquellos, los Webb. Los Webb tienen una hija de 18 años, Hope y Edward… ¿se enamora? ¿se encapricha? ¿se ilusiona? Nunca quedó claro el tipo de relación que Edward tuvo o quería tener con Hope, pero el caso es que daban largos paseos juntos y mantenían largas conversaciones, en una repetición del comienzo de la relación con Helen años atrás. Podemos imaginar el infierno que vivió Helen viendo esta repetición de su noviazgo, aún más doloroso porque años atrás Edward le había dicho que se había convertido en una persona incapaz no ya de amarla a ella, sino de amar a nadie.
Además de verse, Edward y Hope mantuvieron un intenso contacto por carta hasta que el padre de Webb puso fin a la situación. Este fin abrupto del contacto supuso un duro golpe para Edward. En noviembre de 1908 tomó una pistola e intentó suicidarse. Pero no consiguió llevarlo a cabo.
Y terminó así 1908 con una situación desoladora. La vida familiar y el matrimonio de los Thomas estaban hechos pedazos. Edward trabajaba incansablemente pero seguía sin obtener el reconocimiento que merecía y sin conseguir desarrollar plenamente su obra. Pero lo mejor de su genio creativo aún estaba por surgir.
Continuará…
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