Timothy McVeigh estaba enfadado. El 19 de abril de 1993 el FBI había decidido poner fin al asedio de 51 días al rancho de Waco de la secta de los Davidianos, acusados de abusos sexuales a menores y tenencia ilícita de armas. La segunda acusación quedó demostrada en el asalto. Fuertemente armados, el FBI tuvo que recurrir a blindados y gas para tratar de reducir a los davidianos y evitar el fiasco sufrido por los agentes del ATF (Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de fuego) el 28 de febrero cuando trataron de entrar en el complejo y fueron recibidos a tiros, con la muerte de cuatro agentes.
La casa donde se habían atrincherado los davidianos se prendió fuego durante el asalto en tres puntos distintos. Estos diferentes focos y el hecho de que a posteriori se encontraran algunos davidianos muertos por las armas de sus compañeros demuestran claramente que los líderes de la secta decidieron que no habría rendición. De los 85 davidianos, 76 murieron, incluido el líder, David Koresh.
Estos hechos no convencieron a Timothy McVeigh. Él no era un davidiano, pero pertenecía al creciente movimiento de las milicias de Estados Unidos que afirmaba que el Gobierno Federal se estaba entrometiendo cada vez más en las libertades de los ciudadanos. En 1992 la ira de McVeigh había empezado a crecer tras el incidente de Ruby Ridge, en el que el gobierno federal asedió durante 11 días la casa de Randy Weaver y su familia, de ideología miliciana. El asalto a Waco era una prueba más de la conspiración que pretendía despojar a los ciudadanos americanos de sus libertades individuales a través de las agencias federales, como el FBI.
McVeigh compartía ideología y aficiones con su amigo Terry Nichols. Ambos se habían conocido en 1988 en el ejército durante el adiestramiento. Nichols dejó el ejército al año siguiente, pero ambos mantuvieron el contacto y llegado el momento, McVeigh vio en él el cómplice perfecto para su plan de venganza.
McVeigh decidió que la mejor manera de actuar era poner una bomba en algún edificio que alojara al menos dos de las tres agencias federales que detestaba: el FBI, el ATF y la DEA (agencia antidrogas). Tras buscar en varios Estados, encontró su objetivo: el edificio Alfred P. Murrah, en Oklahoma City. Tenía oficinas de la DEA y del ATF, además de otras cuantas agencias federales. El edificio tenía una fachada de cristal cuya destrucción causaría enormes daños y un espacio alrededor suficientemente amplio para no dañar edificios no federales y para tomar fotos que sirvieran fines propagandísticos.
La siguiente cuestión era preparar unos explosivos lo suficientemente potentes y conseguir la cantidad necesaria sin levantar sospechas. En el entorno rural de Oklahoma había un candidato ideal: un fertilizante, el nitrato de amonio, ahora tristemente famoso tras la explosión del puerto de Beirut. El 30 de septiembre de 1994 Nichols compró cuarenta bolsas de 50 libras de nitrato de amonio, cantidades normales para una pequeña propiedad dedicada a cultivar maíz.
El otro componente principal sería nitrometano, un combustible usado en competición. McVeigh acudió a una competición en Texas haciéndose pasar por corredor. Levantó sospechas pero finalmente un comercial accedió a venderle tres barriles de nitrometano.
McVeigh y Nichols fueron obteniendo o robando otros componentes para la bomba y entre el 17 y el 18 de abril de 1995 se pusieron a construirla. McVeigh alquiló una furgoneta y en el interior colocaron 13 barriles con los explosivos y un detonador por tiempo. Al terminar Nichols volvió a su casa y McVeigh condujo la furgoneta a Junction City, Kansas, donde McVeigh pasó la noche en el Dreamland Motel.
Al amanecer del 19 de abril de 1995, 220º aniversario de las Batallas de Lexington y Concord, y más significativamente segundo aniversario del asalto a Waco, McVeigh condujo la furgoneta hasta Oklahoma City y la aparcó a las 8:57 frente al Edificio Murrah. Activó el detonador, se marchó caminando, tiró las llaves de la furgoneta y se subió a un coche que unos días atrás había dejado preparado para la fuga a unas cuantas calles.
A las 9:02 de la mañana la bomba detonó, destruyendo un tercio del Edificio Murrah, matando a 168 personas y creando un cráter de 9 metros de diámetro y 2,5 metros de profundidad. Seismómetros de la zona registraron un seísmo de 3 grados.
Hubo daños en centenares de edificios de los alrededores, decenas de coches quemados… Pero el gran horror de la tragedia se centraba en el edificio, con centenares de heridos y sobre todo los 168 muertos, 19 de ellos niños de la guardería para trabajadores que había en el edificio. Una de las fotos que pasaría a la historia sería la del bombero Chris Fields llevando en brazos a Baylee Almon, de 1 año de edad y muerta en la explosión.
“Yo no definí las normas de combate en este conflicto. Si no se escriben, el agresor define las normas. Fue brutal, sin límites. En Ruby Ridge y en Waco mataron a mujeres y niños. Se le ha de devolver [al gobierno] lo que ellos hacen (…) Quería que el gobierno sufriera como había sufrido la gente de Ruby Ridge y Waco”. Declaraciones de Timothy McVeigh durante sus interrogatorios.
Mientras se llevaba a cabo la operación de rescate y los medios comenzaban a trabajar sobre la teoría de un atentado islamista, debido sobre todo al atentado contra el World Trade Center de 1993, agentes del FBI trabajaban en busca de pruebas. Al día siguiente de la explosión, 20 de abril, aparecía entre las ruinas el eje trasero de la furgoneta bomba. Con el número de identificación del eje el FBI descubrió que pertenecía a la empresa de alquiler de Junction City. Los empleados ayudaron a elaborar un retrato robot y tras distribuirlo por los hoteles de la zona, la dueña del Dreamland Motel identificó al sospechoso: Timothy McVeigh. Y al buscar datos de McVeigh y lanzar la orden de detención vendría la sopresa: Timothy McVeigh había sido detenido el día antes.
Apenas hora y media después de la explosión un policía había hecho parar a McVeigh a 120 kilómetros de Oklahoma City porque a su coche le faltaba una matrícula. En el registro del coche el policía encontró la pistola de McVeigh, que no tenía licencia. Esto había provocado la detención. El 21 de abril, tras comparecer ante el juez por el cargo de tenencia de armas, McVeigh fue transferido a custodia federal.
Juntar las piezas iniciales no fue difícil. Al ser interrogado sobre la bomba, McVeigh se negó a hablar. Sus ropas estaban impregnadas de restos de explosivos. Y tras ver las noticias y que el FBI le buscaba, Terry Nichols se entregó. Tras el registro de su casa Nichols indicó dónde habían construido la bomba y allí se encontró todo el material y herramientas empleados.
Pero tras esta investigación inicial, resolver todos los interrogantes fue una tarea ingente. 900 agentes federales, estatales y locales trabajaron durante dos años en 28 mil entrevistas y con tres toneladas y media de pruebas. Todo esto bajo el impacto psicológico que había supuesto la bomba. En un mundo post-11 de septiembre cuesta más imaginarlo, pero en ese momento el atentado de Oklahoma era el atentado más grave sufrido en suelo de Estados Unidos. Y además no lo había perpetrado el habitual enemigo exterior. No solo lo habían perpetrado ciudadanos americanos, sino además ciudadanos americanos que decían actuar en nombre de la libertad y la esencia del espíritu americano. Y sin ninguna sofisticación, usando para casi todo materiales fácilmente disponibles, trabajando en suelo americano, en pocas semanas y sin necesidad de un plan muy elaborado.
El 24 de abril de 1997 comenzaba el juicio contra Timothy McVeigh. La acusación expuso la ideología de McVeigh y su odio al gobierno. La defensa trató de argumentar un caso de legítima defensa ante las agresiones del gobierno contra sus ciudadanos. El 2 de junio de 1997 McVeigh fue declarado culpable de 11 cargos de asesinato y conspiración y sentenciado a muerte. Alegaciones de irregularidades en el proceso por parte de la defensa retrasarían la ejecución, pero tras determinarse que las irregularidades no tenían base, el 11 de junio de 2001 Timothy McVeigh fue ejecutado por inyección letal en la prisión de Terre Haute, Indiana.
Nichols fue juzgado en dos procesos separados y sentenciado el 4 de junio de 1998 a cadena perpetua sin posibilidad de revisión. Cumple sentencia en una prisión de máxima seguridad en Florence, Colorado, compartiendo bloque con un tal Ted Kaczynski, alias Unabomber. Pero eso es otra historia…