El 3 de agosto de 1914 Louis Pergaud, cumpliendo las órdenes de movilización general, partía para Verdun. Como en tantos otros escritores involucrados en la Primera Guerra Mundial de los que hemos hablado, en Pergaud se daba la paradoja de ser antimilitarista y pacifista pero a pesar de todo ser patriota y acudir al frente sin dudar. También el caso de Pergaud es diferente al de los autores ingleses, ya que el reclutamiento en Francia era forzoso, pero no se ven en sus escritos dudas o quejas, aparte de las obvias por el peligro y las incomodidades y el lamentar que el mundo hubiera llegado a esa situación. Y tampoco tenía un afán revanchista o violento contra Alemania, porque como decía en una carta: “llegado el momento, no me importará bajar el fusil como hice muchas veces cazando ante un arrendajo o un zorro”. Lo que de paso nos deja ver que su objetivo último con la caza tampoco era la muerte, sino el proceso en sí, con lo que conllevaba de pasar tiempo con los perros, en el campo y descubriendo animales.
Louis es destinado al cuartel Chevert, a cinco kilómetros de Verdun, como sargento de la 29ª Compañía del 166º Regimiento de Infantería. Junto a otros quince sargentos Pergaud tenía que ocuparse de la instrucción de 240 hombres. Por ahora su compañía solo se encargaba de tareas de logística, descargando material y suministros. Pero la realidad de la guerra comenzó a llamar a la puerta y a Louis le llegaron las noticias de la muerte de su amigo Chicon o del hijo de su madrina, Maurice Chardet, que además era el sastre que le hacía los trajes.
Para mejorar sus condiciones Pergaud se presentó a las pruebas de ascenso a subteniente y superó la prueba, aunque no le ascendieron al momento al no haber destinos disponibles. El 3 de octubre partió por primera vez a las trincheras de primera línea, moviéndose durante unos días en el sector entre Riaville y Ronvaux. El 7 le llegó el bautismo de fuego en Fresnes-en-Woëvre. Un obús cayó a muy poca distancia suya, pero no sufrió ningún daño. Al atardecer su compañía atacó la cota 233 y al día siguiente recibieron constantemente fuego de obuses y ametralladoras, con bastantes bajas. Pergaud acabó teniendo que asumir el mando de su sección al quedar heridos o muertos todos los oficiales y se acabaron retirando. El 10 de octubre tuvieron que evacuar a retaguardia a toda la compañía por una epidemia de tifus y diarrea.
Una vez recuperados, el 26 de octubre iniciaron el habitual ciclo de días en trinchera y días de descanso en retaguardia. Louis escribía a Delphine omitiendo detalles, como si estuviera de vacaciones, pero lo cierto es que era un frente activo y los bombardeos eran continuos. Fresnes-en-Wöevre acabó completamente destruido y entre las ruinas Pergaud se encontró unas obras completas de Molière y se las llevó. También escribió a Paul Marguerite, académico Goncourt, para informarle de que a pesar de la devastación la estatua de su padre, el general Margueritte, héroe de la Guerra Franco-Prusiana, seguía en pie en la plaza del pueblo, un símbolo que motivaba a sus soldados.
Louis se indignaba con los absurdos de la vida militar. Por ejemplo, un general se empeñó en seguir pasando revista a pesar de un bombardeo alemán y acabó habiendo 6 bajas. Un civil se quejó de que le habían robado unas gallinas y no apareció el culpable, con lo que le tocó a Pergaud quince días de arresto por ser el suboficial más antiguo. Aunque los absurdos al menos llevaban a veces a situaciones divertidas. El 21 de noviembre anotó en su diario que los hombres apenas podían marchar en orden y que el subteniente Romain acabó furioso. Lo que había ocurrido es que el día antes Romain había ordenado a dos soldados cavar una tumba para un soldado en el presbiterio de Riaville. Al cavar los soldados se encontraron una caja enorme repleta de botellas de vino, que repartieron por toda la sección con el resultado esperado y de ahí la marcha a trompicones. El por qué de esas botellas escondidas no se sabría hasta 1939, cuando un oficial destinado a Rarécourt escribió que pasando una velada con el alcalde y el cura empezaron a contar anécdotas de la guerra anterior y le explicaron que el anterior párroco, ante el avance alemán, había decidido esconder todas sus botellas enterrándolas en Riaville.
Los meses fueron pasando y el invierno calmó las ofensivas, aunque siguió el goteo constante de bajas. El 9 de febrero de 1915 Pergaud fue nombrado adjunto de batallón, con lo que quedó exento de tareas de combate, aunque este paréntesis duró poco. El 9 de marzo fue nombrado por fin subteniente y tuvo que volver a su antigua compañía y a las trincheras, aunque al menos ahora tenía un ordenanza y un alojamiento más confortable.
El 6 de abril todos los suboficiales se hicieron juntos una foto que sería la última de Pergaud.
El 7 de abril escribió una carta a Delphine que sería la última y que acababa así:
“Hasta mañana, mi querida, te tomo en mis brazos y te abrazo con toda mi alma, con todas mis fuerzas y todo mi corazón”.
Delphine guardó esta carta toda su vida y se hizo enterrar con ella.
Ese mismo día a las 20 horas se dio orden a las compañías de la 166ª de atacar la Cota 233, Haut de Blanchard, sin preparación artillera para no alertar a los alemanes. Llovía a cántaros.
A las 23 horas los hombres estaban en posición y a las 2h30 se inició el ataque en un terreno embarrado en el que se hundían hasta las rodillas, con unidades que no conocían el sector y contra trincheras alemanas fortificadas. Como además no había habido preparación artillera para no alertar a los alemanes, el alambre estaba intacto y los franceses tuvieron que ponerse a cortarlo para poder pasar. El ruido de estos trabajos alertó a los alemanes que de inmediato lanzaron bengalas y comenzaron a ametrallar el sector. Los atacantes fueron diezmados y unos pocos consiguieron llegar a la tercera línea de alambradas, entre ellos Pergaud herido en un pie.
A pesar de la herida siguió animando a sus hombres y se negó a que lo llevaran a retaguardia. Les dijo que no se preocuparan y que ya vendrían los camilleros. Comenzó a salir el sol, así que se dio la orden de retirarse. Pergaud seguía allí herido y se le perdió el rastro para siempre.
Las circunstancias exactas de su final no se sabrían hasta años después cuando un coronel suizo descubrió en la Biblioteca Militar Federal el diario del 36º Regimiento de Infantería alemán que ocupaba las trincheras ese día, escrito por el oficial Ernst Reich. En el diario Reich relataba que ante la retirada francesa un médico francés y él acordaron retirar a los heridos a la trinchera alemana para atenderlos y hacerlos prisioneros. Pero el médico francés no tuvo posibilidad de comunicar este acuerdo y la artillería francesa, siguiendo el procedimiento habitual tras una retirada por un ataque fallido, barrió por completo la Cota 233. Pergaud estaba allí y sin duda murió en el bombardeo, aunque nunca se encontró su cuerpo.
Años antes, el L’Aube, Pergaud había escrito estos versos:
Bajo los rugidos del horror
Y entre los arroyos de sangre,
Las brumas, como un incienso,
Se elevan en rojos esplendores.
Caer sin lágrimas y sin quejas
El corazón magullado
Por alguna causa noble y santa
Que también muere
Mientras tanto en Landresse Delphine se inquietaba porque pasaban los días sin recibir cartas. El 19 de abril el sargento Louis Raveton le escribío para informarle que Louis había sido herido y se le suponía capturado por los alemanes y que podía probar a contactar con la Cruz Roja para saber de su marido. Poco a poco, los amigos se movilizaron y empezaron a hacer pesquisas.
El 9 de mayo Lucien Pergaud recibió una carta del teniente de Montvert, en el que le confirmaba que Louis había sido herido en el ataque y que desde su posición había podido ver a los alemanes recoger a los heridos, pero que a esa distancia no pudo distinguir a quiénes.
El 17 de julio Delphine recibió las pertenencias de su esposo, sin aún ninguna confirmación oficial. A través de la Cruz Roja Delphine envió cartas a diferentes campos de prisioneros en Alemania sin éxito. Los meses fueron pasando sin noticias. En la primavera de 1918 Delphine se enteró de que se preparaba una repatriación de prisioneros y pidió las listas de nombres. Louis no estaba entre ellos.
El 11 de noviembre de 1918 llegó el armisticio y en enero de 1919 le llegó a Delphine la confirmación oficial del fallecimiento de su marido. En enero de 1921 se le concedió una pensión de viudedad. Ese mismo año dio su autorización para que se publicara póstumamente Les Rustiques, obra que Pergaud había acabado justo antes de partir a Verdun.
En 1923 se publicó La Vie des bêtes, una serie de estudios sobre la psicología animal, y gracias a gestiones de un amigo de Pergaud, Raveton, se le concedió la Legión de Honor el 24 de julio de 1923 y la Cruz de Guerra con la citación:
“Subteniente con una sangre fría destacable. Caído gloriosamente por Francia el 8 de abril de 1915 dirigiendo a sus hombres en un ataque cerca de Fresnes”.
Raveton también puso en marcha el construir un monumento a Pergaud y la estatua se inauguró el 19 de junio de 1932 en Besançon en presencia de Delphine, Lucien, la familia Duboz y numerosos amigos y personalidades. El monumento no fue del agrado de muchos al mostrar a Pergaud de uniforme.
En 1936 se hizo una primera adaptación al cine de La Guerra de los Botones. Entre los actores había dos muchachos de once y trece años: un tal Charles Aznavour y un tal Marcel Mouloudji. Ha habido desde entonces otras tres adaptaciones de la novela al cine.
Y el 28 de octubre de 1936 Eugène Chatot, que había enviudado hacía poco tiempo, se casó con Délphine. Fue la propia difunta esposa de Eugéne, Louise, la que en los últimos días le dijo que con la devoción que seguían teniendo ambos por Louis, sería ideal que pasaran juntos el resto de su vida en esta misión.
En 1953 la Association des Franc-Comtois à Paris instituyó un Premio Literario Pergaud. El 2 de febrero de 1955 los veteranos del 166º RI fueron invitados a volver a encender la llama al soldado desconocido en el Arco de Triunfo. Invitada por Louis Raveton, una conmovida Delphine fue la que hizo el gesto simbólico.
El 30 de junio de 1963 se inauguró un monumento a Pergaud en Fresnes-en-Wöevre. Delphine, muy enferma, no pudo asistir. Falleció el 21 de julio.
No estás muerto: mañana tu obra temblará
Con este pequeño trozo de tierra donde, en el rudo aire,
Tomaste este gusto de sueños y de soledad,
Con todo ese país que tu libro ha cantado
Y que ya despierta y comienza un verano
Fragmento de un poema de Marguerite Henry-Rosier dedicado a Pergaud, 1932