Hace unos meses alguien preguntó en Twitter cuál había sido la peor experiencia que habíamos tenido en un restaurante. Y entonces tuve un flashback, como el perro del meme.
Por lo que supongo fue un caso leve de estrés postraumático, había borrado completamente de mi memoria un lugar absolutamente infame. Otro nivel por encima de la pizzería de Pittsburgh, que no recuerdo dónde está simplemente por no orientarme. El lugar del que hablaremos hoy había quedado completamente erradicado de mis recuerdos. Hasta el día de ese tweet.
El caso es que en marzo de 2011 hice el viaje perfecto clásico: California, Nevada y el Gran Cañón y vuelta, por carretera. Lástima de hacerlo con la persona inadecuada. Y la persona inadecuada tenía en San José, California, una amiga, la absolutamente típica y tópica californiana chiflada.
La amiga chiflada tuvo la gran idea para la cena de esa noche: ir al restaurante de una secta. Según ella nunca le habían dicho nada ni intentado atraer a la secta y la comida era excelente. A pesar de la aprensión por la posibilidad de estar financiando armas que acabaran en un tiroteo con el ATF o veneno a utilizar en un suicidio colectivo, qué remedio, para allá que fuimos.
Soy incapaz de recordar dónde está. Por el problema ya comentado de que te lleven en coche por una ciudad desconocida, sumado al olvido. Así que pondremos a modo de ilustración una foto de una calle cualquiera de San José.
El local al menos era agradable y bien cuidado y el personal encantador. La sala eso sí presidida por la foto del gurú, líder o lo que fuera. Claro está, no dispongo de la foto así que pondremos una foto de un gurú cualquiera
Y llegamos a la comida. No tengo palabras. Pedí una especie de rollitos de primavera pero al vapor en lugar de fritos. Algo parecido a estos rollos vietnamitas, aunque no eran estos porque también los he comido y son excelentes
El relleno era… algo, no lo sé, con un regusto absolutamente repugnante y que no se iba ni vaso tras vaso de agua. Los otros platos que pedimos ni siquiera los recuerdo, pero supongo que simplemente ni fu ni fa y no dieron el maldito asco que dieron los rollitos. Imaginad cómo sería que soy de mucho disimular y poner buena cara y la chiflada me preguntó que si estaba bien.
Por lo demás, puedo confirmar lo que decía, no intentaron captarnos, no nos vendieron ningún libro ni nos pidieron ninguna donación aparte de pagar la comida.
En definitiva, otra excelente experiencia gastronómica tapirista que recomendamos encarecidamente, si es que alguien es capaz de encontrar el lugar. Me queda el consuelo de que al menos venía ese día de visitar las oficinas de Apple, la casa donde se construyó el Apple I, el Museo de la Historia de la Computación de Mountain View y desde la autopista un buen vistazo a Moffet Field. Habría estado bien una cena decente, pero no se puede tener todo.