Cuando vayas a Madrid, tras hacerte emperatriz de Lavapiés puedes ir a Chueca, y en una de las primeras bocacalles subiendo por Hortaleza desde la Gran Vía, encontramos el Pezcado. Es un bar normal de los de toda la vida; con una parroquia normal de toda la vida. Un bar de «desayunos y meriendas» normal, de toda la vida.
Para los desayunos tienen una carta normal. Diferentes combos de café con leche y algo más, que puede ser unas tostadas de pan de molde, o unas tostas con algo de acompañamiento, que incluyen el cuenquito usual de Trumpaca, o un bollo, o alguna cosa más. Se le puede añadir un zumo de naranja como extra.
Y no solo eso. Si se quiere ir de listo y pedir un bocadillo de queso y ya está, se recibirá media barra de pan —de lo que vendría a ser “una barra de mig” en sistema métrico barcelon, perdón catalán—, con cerca de un cuarto de queso. Esto es, cuando agarras un queso de esos redondos, partes un cuarto haciendo un «Pacman», y luego cortas ese cuarto en lonchas y lo pones entre pan. Y ya está. Sin aceite y sin tomate radioactivo.
Pero no es la carta lo que llama la atención del Pezcado. No sabemos si su nombre es fruto de un error al pulsar la tecla de debajo de la “S” cuando hicieron el cartel —y bueno, ya tú sabes lo caro que es repetirlo todo una vez impreso y, bueno mira que le vamos a hacer…—, o si es parte del sutil defecto de dicción del posadero, solo descubierto tras pedir que tienen de bollos, y te diga «me queda un curasán». En efecto: c-U-r-a-s-á-n.
Pero ejque tampoco es el nombre, al menos no solo eso, lo que llama la atención. Como bien debería quedar, un bar que se llame “Pezcao” debiera tener relación con cosas del mar. Y efectivamente, la decoración interior es, en su mayor parte, marinera.
El cuadro de nudos marineros. La red colgandera del techo. El reloj de “Fishermen’s”, y hasta el remo de Tiresias. Y el colgador de patas de ciervo. Sí, sí. Han leído bien. Un colgador de abrigos, realizado con patas de ciervo. Todas cuatro. ¿Qué? ¿Qué no? Pues toma:
¿Qué como sabemos que son de ciervo y no de jabalí o de toro? ¿Qué igual son de venado? Como si son de la cabra que hizo el vellocino de oro. ¿Ah, que no era una cabra sino una oveja? Pues yo qué sé, esto no es ni Twitter ni la Wikipedia. Nosotros hacemos reseñas gastronómicas, y lo importante es COLGADOR CON CUATRO PATAS DE PEZUÑA HENDIDA. ¿Qué no es kosher porque le faltaría rumiar? ¡Y a mí que me cuenta! ¡Déjennos en paz!
No probamos de colgar nada en él, por si acaso. De hecho, asumimos que era un colgador por la orientación de las pezuñas. ¿Qué por que hay un colgador de pezuñas cérvicas en un bar marinero? A ver, por 10 céntimos de euro, digan cosas del mar con las que se pueda hacer un colgador. ¿Con vieiras? ¿Mejillones? ¿Pinzas de centollo? ¿Una cabeza de rape? Que no, que no. Y además, luego quedan los abrigos oliendo a pescadería.
Por cierto, el queso estaba buenísimo.