Recorriendo la Cerdanya en dirección a La Seu d’Urgell y desviándonos por una estrecha carretera que sube una montaña llegamos a un pequeño y tranquilo pueblo llamado Toloriu. Ahora parece un lugar sin importancia, pero en su día tuvo un importante castillo que vigilaba desde las alturas la carretera del valle.
El pueblo cuenta con una gran iglesia, recuerdo de tiempos pasados donde era el centro de todo, aunque ya no funciona como iglesia. Durante la Guerra Civil el techo acabó dañado y nunca se recuperó para el culto. Se construyó un tejado y se utiliza de centro cívico.
Y en la fachada de esta iglesia nos encontramos una intrigante inscripción:
¿Quién era esta princesa, nada más y nada menos que hija de Moctezuma, y cómo llegó hasta un pueblo del Pirineo?
El 23 de agosto de 1521 el Imperio Azteca llegó a su fin con la caída de Tenochtitlán. Tras la masacre y la destrucción comenzó el reparto del botín entre los conquistadores y eso incluyó a los pocos sobrevivientes de la nobleza azteca. Una de las hijas de Moctezuma, Xipaguazin, fue entregada a uno de los capitanes de Hernán Cortés, Joan de Grau i Ribó, marqués de Toloriu. Contrajeron matrimonio y volvieron a los dominios del marqués en la Cerdanya.
El matrimonio se instaló en el castillo de Toloriu, del que solo queda la parte exterior de una torre después de que fuera destruido durante la Guerra Gran. Pero al parecer la relación no funcionó y Xipaguazin, bautizada María, pidió al marqués vivir separada de él. El marqués accedió y Xipaguazin se instaló en Mas Vima, una masía a pocos kilómetros de Toloriu. Xipaguazin dio a luz allí en 1536 al único descendiente del matrimonio y al año siguiente, 1537, fallecía y era enterrada en la iglesia de Toloriu.
¿Pero sabéis cuál es la mejor parte de esta historia?
Que es todo mentira.
No solo no hubo una hija de Moctezuma que se trasladara a la Cerdanya. Y no solo es que Joan de Grau nunca fue con la expedición de Cortés, es que ni siquiera existió el tal Joan de Grau marqués de Toloriu.
¿De dónde sale entonces toda esta leyenda? El inventor de toda la historia fue un conocido timador llamado Guillem Grau Rifé. Nacido en 1917, Grau dijo ser descendiente del único hijo del matrimonio del marqués y Xipaguazin, y que además tenía pergaminos que lo demostraban. Se autoproclamó Majestad Imperial y Real Guillermo III Grau y Moctezuma y se dedicó a conceder títulos y condecoraciones, por supuesto previo pago de una buena suma. Asimismo creó la Orden de los Caballeros de Corona Azteca, que si volvéis a la foto de la inscripción, veréis que es quien dedica la placa a Xipaguazin. El nombre que figura al final, el Caballero Vilar Pradal de Mir era otra de las identidades que asumía Guillem Grau en sus estafas.
La cuestión habría quedado simplemente en un hombre estrafalario y gente que se dejaba engañar o le seguía la corriente por divertirse. Pero Guillem Grau también se dedicó a la estafa de verdad y en 1952 pasó lo que tenía que pasar.
En esta detención la policía se incautó de toda la documentación y pergaminos que Grau decía que respaldaban su historia. Los pergaminos eran hojas en blanco que nunca nadie se había atrevido o había querido examinar. Tras unos años en la cárcel, Grau volvió a las andadas, aunque esta vez olvidando ya toda la historia azteca y fue condenado en varias ocasiones. Murió en 1999, pero la leyenda ha quedado y la placa sigue colocada en Toloriu confundiendo a propios y extraños.
¿Y no hay un tesoro en toda esta historia? Por supuesto que en una leyenda de este tipo también tenía que haber un gran tesoro, enterrado por Xipaguazin en Mas Vima. Al parecer la historia llegó a unos alemanes que en 1934 compraron Mas Vima y pusieron todo patas arriba en busca del oro azteca. Y por supuesto, no encontraron nada.