Las colinas que hay entre Hirafuku y Miyamoto no tienen nada de particular. Son y eran desde siglos atrás un lugar tranquilo, con pueblos de granjeros. Cerca en cambio hay un paso entre las montañas, la carretera entre Harima y Mimasaka, una sección de la carretera usada desde tiempos inmemoriales para viajar a Edo, hoy Tokyo.
En Harima llevaba años instalado el clan Akamatsu, descendientes del linaje Genji de la familia imperial. Una rama menor de la familia, los Bessho, fueron señores de varios castillos. Uno de estos castillos, comandado por Bessho Shigeharu, fue atacado en 1578 durante las guerras por la unificación de Japón. Shigeharu escapó por poco y se instaló en el pueblo de Hirafuku, cambiando su nombre a Tasumi. Una de sus hijas, Yoshiko, se casó con Hirata Munisai, un samurai terrateniente de Miyamoto, y tuvieron un hijo al que llamaron Bennosuke.
Munisai era instructor de artes marciales del clan Shinmen, con lo que Bennosuke se crió en una casa en la que pudo contemplar continuamente artes marciales y el uso de diferentes armas. No fue sin embargo una infancia feliz. Munisai se divorció de Yoshiko cuando Bennosuke era muy pequeño y se volvió a casar. La madrastra de Bennosuke resultó ser una madrastra como las de los cuentos, así que ya con ocho años Bennosuke empezó a pasar temporadas en Miyamoto con su padre y otras con Yoshiko. Para su formación, le enviaron al templo Shoren-in con un tío suyo, el sacerdote Dorinbo.
En 1596 un tal Arima Kihei llegó a Hirafuku y puso un cartel en el que anunciaba que retaba a cualquiera a una lucha con él para probar sus habilidades. Kihei era un sugyosha, un instructor de artes marciales. Los sugyosha eran maestros itinerantes, que se establecían en un lugar durante un tiempo, organizaban una escuela y esperaban atraer la atención de algún clan para ponerse a su servicio. Kihei seguramente fue a Hirafuku atraído por la fama de Munisai y esperando darse a conocer. Pero para su desgracia, no fue Munisai ni algún otro famoso samurai quien vio el cartel. Un Bennosuke de apenas trece años, volviendo de una clase de caligrafía, vio el cartel y escribió “Miyamoto Bennosuke, residente en el Shoren-in, se enfrentará a ti mañana”.
Cuando Kihei vio el cartel, envió un discípulo al Shoren-in para que le comunicara a Dorinbo que esperaba al día siguiente al sacerdote y al muchacho para una disculpa formal.
A la mañana siguiente, efectivamente Dorinbo y Bennosuke fueron al lugar acordado. Pero Bennosuke llevaba un largo bastón y en el momento en el que debería haberse arrodillado para disculparse, lo que hizo fue atacar. Kihei desenvainó su espada. Todos los espectadores esperaban ver la muerte del muchacho en breves segundos, pero tras varias fintas, Bennosuke lanzó el bastón, se agarró a Kihei y lo derribó, de cabeza al suelo. Bennosuke recuperó el bastón y mató a Kihei a golpes.
Durante los tres años siguientes Bennosuke continuó sus estudios en el Shoren-in. Finalmente en 1599 dejó todas sus posesiones familiares a su cuñado Yoemon y se puso en camino para llevar una vida, o mejor dicho una primera vida, de guerrero, adoptando un nuevo nombre con el que pasaría a la Historia y con el que se le admira y reverencia aún hoy en día: Miyamoto Musashi.
Estos comienzos de Musashi como sugyosha se vieron interrumpidos por una batalla que marcaría el futuro de Japón en los siguientes doscientos cincuenta años. Las batallas por el control de Japón entre las facciones rivales del clan Hideyoshi y el clan Ieyasu tuvieron su punto final el 21 octubre de 1600 en una gran llanura junto a Sekigahara. Musashi, en busca de fama y de probar sus habilidades, se alistó con la facción Hideyoshi. Lamentablemente para él, Hideyoshi perdió la batalla y Musashi tuvo suerte de escapar con vida, además de con la suerte de ser un desconocido que no sufrió las represalias de los vencedores.
Musashi llevó así en los siguientes años una vida discreta, caminando de un lugar a otro y viviendo en las montañas, perfeccionando sus habilidades. En 1604 decidió que era momento de actuar y se puso en camino a Kyoto, sin saber que en pocos días llevaría a la ruina a una de las escuelas de artes marciales de mayor reputación del país.
El clan Yoshioka llevaba generaciones instalado en Kyoto. Dedicados al principio al tinte de telas y su venta, acabaron creando una escuela de espada y convirtiéndose en instructores de varios shogun. En 1604 la escuela estaba dirigida por la cuarta generación de instructores, los hermanos Seijuro and Denshichiro. Y es a Seijuro, jefe del clan, a quien Musashi retó a un duelo.
El objetivo no había sido escogido al azar. Una generación antes, Munisai, el padre de Musashi, había sido maestro rival de los Yoshioka y Munisai había sido declarado mejor maestro. Esto explica también que Seijuro aceptara sin dudar el reto de Musashi. Para el público era un desconocido, pero siendo hijo de Munisai, derrotarle limpiaría el honor de los Yoshioka.
El lugar del enfrentamiento escogido fue un muelle junto al templo Rendaiji. Allí Seijuro esperó durante horas y horas y cuando estaba a punto de marcharse, un despreocupado Musashi se presentó con un bokuto, una espada de madera. Enfurecido por el insulto de la espera y la espada de madera, Seijuro se lanzó al ataque totalmente descontrolado. Musashi le esquivó y le golpeó en la cabeza con el bokuto, dejándolo inconsciente. Tal fue el insulto que cuando Seijuro se recuperó, abandonó las artes marciales y se hizo sacerdote.
Los Yoshioka no tenían más remedio que lavar el honor del clan, así que Denshichiro retó a Musashi. Denshichiro era un hombre muy fuerte y famoso por usar también una espada de madera, pero de metro y medio y con la punta afilada. Musashi repitió táctica y consiguió el mismo efecto: llegó horas tarde, Denshichiro se lanzó al ataque enfurecido, Musashi le esquivó, le arrebató la espada de las manos y lo atravesó. En pocos segundos había quedado destruida la cuarta generación de la escuela Yoshioka.
Y como era de esperar, en una sociedad de honor y reputación, el conflicto no podía parar mientras una de las dos partes siguiera viva. Así, los Yoshioka lanzaron un nuevo reto a Musashi, para enfrentarse esta vez a Matashichiro, hijo de Seijuro y convertido inesperadamente en la quinta generación de instructores. Pero esta vez era una emboscada nada disimulada y en el lugar elegido decenas de miembros y discípulos de los Yoshioka esperaban a Musashi.
Musashi cambió de táctica. Los días anteriores estudió el lugar del duelo y sus vías de escape y se presentó al combate no horas tarde, sino muchas horas antes. Cuando al amanecer del día escogido los hombres del clan Yoshioka se presentaron, fueron sorprendidos por la espalda en la oscuridad por el grito de Musashi: “¿Os he hecho esperar?”
En la confusión y mientras los Yoshioka atacaban a diestro y siniestro hiriéndose unos a otros, Musashi se abrió paso hasta Matashichiro, lo hirió de muerte y tras ir atacando a unos y otros, se dio a la fuga. La escuela Yoshioka quedó totalmente destruida y el clan volvió a su negocio de tintes.
Como hemos visto, Musashi estuvo en su infancia rodeado de artes marciales y armas. Y en este momento decidió ponerse a prueba contra otro tipo de armas y técnicas, en concreto contra las lanzas y técnicas de los monjes de Nara. Lejos de la imagen que podamos tener de monjes pacíficos y meditativos, y en parte debido a la inestabilidad secular del país, los monasterios más importantes de Japón contaban con monjes que eran expertos guerreros y que habían participado numerosas veces en las diferentes guerras que una y otra vez asolaban el país.
En el monasterio Ozoin de Nara residía el monje Inshun, experto en kamayari, una especie de cruce entre lanza, espada y hoz que permitía así atacar de diferentes maneras. Musashi volvió una vez más a recurrir a la espada de madera y derrotó a Inshun en los dos duelos en que se enfrentaron. Lejos de sentirse humillado, Inshun quedó impresionado e invitó a Musashi a una lujosa comida que se alargó en conversación sobre artes marciales hasta el amanecer del día siguiente.
Musashi desapareció de todo registro escrito durante tres años, aunque podemos imaginar que siguió con su vida de shugyosha. En 1607 reapareció enfrentándose en Iga a Shishido, maestro de la kusarigama, la lucha con hoz y cadena. En el combate Shishido consiguió inmovilizar la espada de Musashi con la cadena y cuando todo parecía perdido, Musashi le lanzó al pecho su wakizashi (una espada corta) y acabó con su oponente.
Con la victoria de Tokugawa Ieyasu, Edo (hoy Tokyo) pasó a convertirse en la capital y centro del poder del país. La ciudad creció con rapidez y numerosas escuelas de artes marciales se trasladaron allí. En 1608 Musashi también se dirigió allí para continuar con su carrera. Abrió un dojo y comenzó a enseñar a discípulos.
Al poco tiempo recibió la visita de un tal Muso Gonnosuke, un hombre enorme y experto en la escuela Shindo-ryu y la Kashima-ryu. Un discípulo de Gonnosuke le entregó una larga espada de madera. Musashi se conformó con coger un palo de la leña y comenzó el combate. Musashi lo derribó de un solo golpe.
Gonnosuke era un hombre determinado y hábil, así que se retiró al Monte Homan para meditar sobre su derrota. Una noche tuvo un sueño en el que oyó las palabras “Conoce el reflejo de la luna en el agua con un palo”. Gonnosuke interpretó que el palo era un jo, un bastón de metro y medio y la luna el centro del pecho de su oponente. Años después volvió a retar a Musashi con un jo y el combate acabó con el único empate de la carrera de Musashi.
Musashi continuó unos años más en Edo, enseñando a discípulos y enfrentándose a oponentes. En 1612 ya se había aburrido de estar allí, sobre todo al no poderse enfrentar a los mejores, como Yagyu Munenori, debido a que Munenori tenía relación con los Tokugawa y como vimos Musashi había luchado en favor de los Toyotomi. Así pues, emprendió camino de nuevo, esta vez en dirección a la isla de Kyushu.
Musashi buscaba en Kyushu a alguien en particular: Sasaki Kojiro, el Demonio de las Provincias Occidentales. Como podemos imaginar por este apodo, era un guerrero famoso y temido, que solía vestir de rojo y llevar a la espalda una enorme espada de metro y medio. Musashi llegó a Kyushu en abril de 1612 y se instaló en la casa de Nagaoka Sado no kami Okinaga, un cargo importante del feudo local y antiguo alumno del padre de Musashi. Al poco, Musashi solicitó permiso a su anfitrión para que se organizara un enfrentamiento contra Sasaki Kojiro. Okinaga habló con su señor, Tadaoki y este autorizó el combate, que tendría lugar el 13 de abril en una pequeña isla llamada Mukaijima, a la Hora del Dragón (entre las 7 y las 9 de la mañana).
Cuando el día 13 el Sol estaba ya bien alto Musashi seguía durmiendo, mientras que su oponente ya había cruzado a la isla en una barca. Cuando le despertaron, Musashi se levantó, dijo que ya iba para allá, pero se puso tranquilamente a lavarse y a desayunar. Pidió un remo y se puso a labrar con él una larga espada de madera. Al poco otro mensajero llegó instándole a ponerse en marcha de inmediato. Musashi se vistió, subió a una barca y cruzó a la isla. Llegado allí, saltó a la playa y fue caminando con los pies en el agua hacia el enfrentamiento, mientras se ataba una pequeña toalla en torno a la cabeza, haciendo el nudo justo en mitad de la frente. Para entonces ya eran casi las once de la mañana.
Kojiro se sintió tremendamente insultado y gritó a Musashi si llegaba tarde por miedo. Musashi le ignoró y siguió avanzando. Ciego de ira, Kojiro se abalanzó sobre Musashi apuntando a su frente con la espada. La punta de la espada de Kojiro cortó limpiamente el nudo de la toalla de Musashi y por apenas unos milímetros no se clavó en la cabeza. Al mismo tiempo Musashi atacó de la misma manera y golpeó duramente en la cabeza a Kojiro. Kojiro cayó al suelo pero aún no estaba derrotado. Hizo un movimiento lateral con la espada y rozó la pierna de Musashi. Este a su vez golpeó a Kojiro con su espada en las costillas. La boca y la nariz de Kojiro se llenaron de sangre y quedó inconsciente. El combate había terminado.
El combate con Sasaki Kojiro marcó el final de una época para Musashi. Había quedado clara ya su gran habilidad, así que era momento de profundizar.
CONTINUARÁ