En el capítulo anterior dejamos a Musashi instalado en los dominios de Tadatoshi. Como decíamos, si algo distinguía a Tadatoshi del resto de daimyo era su alto nivel cultural y su aprecio por las artes. Era sin duda lo que le había atraído de Musashi al saber que era más que un guerrero. Musashi era consultado continuamente en cuestiones de gobierno y asuntos militares. Al año de residir en Kumamoto, Tadatoshi le pidió a Musashi que pusiera por escrito la esencia de su técnica, y el resultado fue Los Treinta y Cinco Artículos de las Artes Marciales.
Lamentablemente, apenas un mes después de recibir esta obra de Musashi, Tadatoshi falleció a los cincuenta y cinco años. Musashi se vio profundamente afectado. En el año que habían pasado juntos se había desarrollado una profunda amistad. De hecho, Musashi se pasó varios días encerrado en su habitación guardando luto. Cuando salió, ya no era la misma persona. Aunque siguió enseñando artes marciales a sus discípulos, pasó a volcarse más en las artes: la ceremonia del té, recitar Noh, poesía y sobre todo, la pintura.
La pintura a tinta, suibokuga, llegó a Japón desde China en el periodo Kamakura. Requiere una intensa concentración y control, ya que cada pincelada es imborrable e irreversible, exactamente como cada ataque con la espada. No es así casual por tanto que desde el principio interesara enormemente a los guerreros como el arte perfecto para el estudio del Zen, y Musashi fue uno de ellos, firmando sus obras con el nombre de Niten.
Siguiendo la tradición de los pintores budistas zen, Musashi (Niten) pintó sobre todo retratos de los patriarcas zen y escenas con animales. La obra más destacada es “Alcaudón sobre una rama marchita“. La obra contiene en unos trazos todo el arte marcial de Musashi. La mirada del alcaudón recuerda el estado de reposo intenso del guerrero y el trazo único y vertical de la rama, la hoja de la espada. Y a la vez, es también una simple escena de naturaleza. Es la calidad perfecta del zen de musashi: nada es lo que parece, ni es otra cosa.
En estos tiempos Musashi practicaba regularmente zazen, así que es normal que entre sus obras también se incluyeran retratos de Daruma, el primer patriarca del Zen. El más famoso muestra precisamente a Daruma en plena concentración, con sus ojos enfocados en la nariz y la boca firmemente cerrada y caída en determinación.
El otro patriarca zen al que Musashi dedicaría su arte sería Hotei. El retrato más famoso de Musashi muestra a Hotei con sus característicos bolsa y bastón, contemplando con concentración y un punto de diversión una pelea de gallos, al igual que Musashi contempló muchos combates con interés pero a la vez apartado de la escena.
Musashi fue también un practicante del shodo, el arte de la caligrafía. Al igual que la suibokuga, el shodo se practica con papel y tinta y los trazos son irreversibles. Su obra más famosa es una caligrafía de la palabra “senki“, “espíritu de batalla”, seguida de “el frío arroyo detiene la luna, su claridad como un espejo”, el primer verso de un poema de Po Chu-i, poeta chino de la dinastía T’ang. Este verso es la insistente enseñanza de Musashi a sus alumnos: la mente debe estar tan clara y ausente como un arroyo frío, reflejando las acciones, intenciones y moral del oponente. La elección además de un poeta chino de la dinastía T’ang es una muestra de la cultura de Musashi, capaz de leer chino clásico.
Como hemos dicho, Musashi practicaba zazen y al ir pasando los años esta práctica fue cobrando más importancia. El lugar habitual de práctica era la Cueva Reigan, en el Monte Iwato. En otoño de 1643, con sesenta años, entendió que le quedaba poco tiempo de vida y debía apresurarse para completar su camino vital. El 10 de octubre volvió al Monte Iwato, rezó y comenzó a escribir su legado literario, El Libro de los Cinco Anillos.
El Libro de los Cinco Anillos sigue la estructura de la stupa, de lo básico a lo etéreo: tierra, agua, fuego, viento y el vacío. Ninguno de estos elementos existe independiente y todos se transforman según las circunstancias y de acuerdo con el resto. Los capítulos del libro de Musashi están igualmente interrelacionados.
En el capítulo de la Tierra Musashi explica la importancia de las artes marciales según él las ha conocido en su vida, destacando la importancia de conocer las ventajas de las armas y sus principios de uso fundamentales. En el capítulo de Agua, Musashi describe la filosofía y práctica de su estilo de espada. En el capítulo de Fuego, Musashi escribe sobre estrategias y aplicaciones prácticas del combate. Es clave que aquí Musashi expone sus tácticas psicológicas, que como hemos visto fueron frecuentemente las que le hicieron ganar combates, por encima de sus habilidades con la espada.
En el capítulo del Viento Musashi expone los fallos de otras escuelas y sobre todo que según él:
“otras escuelas consideran que esto es un arte para exhibirse, una manera de ganarse la vida, una decoración colorida o una manera de hacer florecer flores. ¿Pero pueden ser el Camino Verdadero si lo han convertido en un objeto que se puede vender?”
Finalmente, el capítulo del Vacío ofrece un marco de meditación para la base filosófica de los otros capítulos. Es una descripción del Gran Camino entendido por Musashi: el vacío es existencia, la existencia es vacío y aferrarse a algo es herejía. El capítulo del Vacío completa el círculo del Libro de los Cinco Anillos, de vuelta al capítulo de la Tierra, creando un enzo, un círculo de iluminación.
Al comenzar la primavera de 1645 Musashi apenas podía hacer ya el camino que llevaba a Reigan. En abril envió una carta al clan Hosokawa y se dirigió a Reigan.
“Llevo tiempo enfermo y desde la primavera me cuesta mover manos y pies. Ya no deseo recibir un estipendio. (…) Podría parecer que he vivido siguiendo demasiado estrictamente el espíritu de las artes marciales. Esto es porque he sufrido la verdadera ‘enfermedad de las artes marciales’. He buscado la fama, y podría parecer que quiero dejar mi nombre como una especie de famoso en este mundo flotante. Pero ahora no me funcionan ni las manos ni los pies y no puedo enseñar directamente los secretos de mi estilo. Me resulta difícil seguir planificando mi vida. Ahora mi intención es recluirme en las montañas y esperar mi muerte, incluso si vivo un solo día. Les pido así su permiso”.
Los Hosokawa estaban en principio dispuestos a satisfacer los deseos de Musashi y quizás ni se atrevían a contradecirle, pero pronto cambiaron de idea. Además gente que vivía cerca de la cueva decía que por las noches se veían luces y se sentía un ambiente extraño. Finalmente uno de los líderes del clan, Okinaga, y su hijo Yoriyuki, decidieron actuar.
Primero enviaron un doctor a Reigan. Pero Musashi había decidido enfrentarse a la muerte a su manera y rechazó al médico. Yuriyoki acabó viajando a Reigan y se encontró a un Musashi tan debilitado que no pudo ofrecer resistencia. Yuriyoki cargó con Musashi a la espalda y volvieron al castillo de Chiba.
El 12 de mayo Musashi llamó a su habitación a sus discípulos para darles las últimas instrucciones y legarles sus libros. Después cogió el pincel por última vez y escribió “El Camino de la Independencia”, con 21 principios:
- No le deis la espalda a los diversos caminos de este mundo.
- No hagáis planes para conseguir placer físico.
- No pretendáis confiar en nada.
- Analizaos con ligereza; analizad el mundo profundamente.
- No penséis nunca en términos adquisitivos.
- No lamentéis cosas sobre vuestra vida personal.
- No envidiéis el bien o el mal de alguien.
- No lamentéis abandonar ningún camino.
- No os quejéis ni sintáis amargura por vosotros u otros.
- Desistid de buscar el camino del amor.
- No tengáis preferencias.
- No tengáis expectativas sobre vuestro hogar.
- No tengáis un afán por comida deliciosa.
- No carguéis con antigüedades legadas de generación en generación.
- No hagáis ayunos que os afecten físicamente.
- No tengáis un afán por cuestiones materiales, dejando aparte el equipo militar.
- Cuando estéis en el camino no envidiéis la muerte
- No planeéis tener bienes valiosos o tierras cuando seáis ancianos.
- Respetad a los dioses y los Budas pero no pongáis todo en sus manos.
- No perdáis el honor aunque perdáis la vida.
- No abandonéis nunca el Camino de las Artes Marciales.
El 19 de mayo de 1645 Miyamoto Musashi fallecía en el castillo de Chiba a los 62 años. Según su última voluntad, vistieron su cuerpo con armadura y casco y lo depositaron en un ataúd. Con el paso del tiempo el lugar exacto de entierro en Kumamoto ha quedado indeterminado y dos lugares en la ciudad se disputan la autenticidad. El que sí que está verificado, aunque no están allí sus restos, es el monumento que mencionamos, el Kokura Hibun erigido por su hijo Iori en el Monte Tamuke, en Fukuoka.